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Foto: Verónica Martínez / Archivo Fundación TEM

Diego Fischerman –escritor, músico y especialista en crítica musical-coordina el taller Escuchar para escribir sobre música en Fundación TEM. “Los antiguos griegos tenían una palabra, ekphrasis, para la descripción de las pinturas. No existe ninguna para la descripción de la música. Este taller se basa en la presunción de que la descripción de lo que suena en la música (y no de cómo está hecha o de las circunstancias de las vidas de los músicos) es el centro necesario de la actividad profesional de un crítico o periodista musical. Y de que esa descripción del hecho sonoro tiene como fuente natural la escucha”, indica Fischerman en los fundamentos del taller.

A lo largo de la primera jornada de Escuchar para escribir sobre música, Fischerman recordó que comenzó a trabajar con Tomás Eloy Martínez en el suplemento cultural Primer Plano, de Página 12. “Al principio escribía sobre jazz. Luego me mandaron a escribir sobre un músico de blues y me pasé una tarde entre revistas para averiguar datos. Buscar esa información ahora lleva cinco minutos. Es decir, antes, alguien con muy buena memoria y un muy buen fichero, tenía trabajo. Ahora, la información está al alcance de todos. De lo que se trata es de saber hacer conexiones entre las cosas, de saber más y de formular preguntas más interesantes”, dijo. También subrayó la importancia de escuchar músicas diversas: “Cada música tiene su propio protocolo, su sistema de valores. Entonces se podría pensar que no se puede hablar de rock sin haber escuchando antes jazz. Hasta cierto punto es cierto y hasta cierto punto, no. ¿Por qué? Porque muchas cosas se entienden por contraste”. “Uno entiende el color de la voz en el blues sabiendo que el color de la voz en otras músicas es distinto. Saberlo todo de todo pero es necesario saber escuchar música de distinta naturaleza para poder detectar lo específico en cada caso”, explicó.
Sobre el lugar del crítico, dijo: “En nuestro lugar como oyentes, el gusto ocupa el cien por ciento del lugar. O sea, escuchamos lo que nos gusta. En el otro extremo está el científico, que investiga –pongamos por caso- las estructuras sociales alrededor de la música tropical en Buenos Aires. Si le gusta o no esa música, no tiene nada que ver En el medio está la posición del crítico”. Y explicó: “No somos científicos, no se espera de nosotros eso. Sin embargo, se nos paga por emitir un juicio de valor, algo que un científico no debería hacer. Pero al mismo tiempo, la relación con el gusto es mucho más dinámica que la del científico o la del oyente porque tenemos que balancear nuestro gusto con una serie de variables; entre ellas, lo que presuponemos sobre el medio donde escribimos. No es lo mismo, digamos,  escribir sobre libros en una revista de literatura que en un diario”.
Finalmente, animó a los talleristas a quitarle a la música el aura de sacralidad que conserva cuando se la piensa en clave analítica. “Mucha gente empieza un diálogo diciendo ‘Yo no sé nada de música pero me parece…’. Bueno, ahí ya hay una valoración. Eso no transforma a alguien en crítico. Pero si alguien asume la crítica como profesión, tiene que ser capaz de admitir la valoración que hace. Y a la vez, no es tan distinto escuchar música que mirar un partido de fútbol. Cuanto más sepamos de fútbol o de música, mejor vamos a escribir”.

(Texto: Ivana Romero)

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