Ediciones Lea publicó el año pasado 12 rounds, una antología de cuentos de boxeo a cargo de Juan Marcos Almada y Mariana Belén Kozodij. Unos meses después de su aparición en las librerías, publicamos el prólogo de Víctor Palma, periodista deportivo y ex boxeador. Hoy, en el ciclo de cuentos de 2013, compartimos Recortes, el relato de Almada que forma parte del libro.

JUAN MARCOS ALMADA / Foto: Archivo autor

a la memoria de Nicéforo “Vasco” Pérez

a Christian “El elegido” Nieto

 

Yo fui novia de Goyo Peralta cuando todavía no era Goyo Peralta; es decir, ya era Goyo Peralta, pero todavía no era el Goyo Peralta que después conocieron todos.

Se murió a los sesenta y seis años en Rosario, de una miocardiopatía. Me dio mucha pena, pobre. Lo leí en el diario en el que estaban envueltos los huevos. Mirá qué venir a enterarme así de su muerte, en un diario viejo. La vida tiene esas cosas.

Era del treinta y cinco, un año menor que yo. Hoy tendría setenta y cinco años.

Once hermanos eran; Goyo el  mayor. Cuatro de ellos también fueron boxeadores. Carlos, Mino, Abel y Abenamar, que llegó a ser campeón argentino de los medio pesados. Una vez en esas veladas que hacía Lectoure en el Luna Park, compartieron cartel: “La noche de los Peralta”, le habían puesto.

Una vuelta, cuando eras chiquito, me dijiste “qué fiero que es ese hombre mamá”. Era Abenamar Peralta, ya de viejo. ¿Sabés quién fue Abenamar?, el papá de María María, la chica del quiosquito de la Roca, frente a zoonosis. Nada que ver con Goyo, que era muy pintón. Estaban todas enloquecidas por él. Se dice que hasta anduvo con Ámbar Lafox, cuando ella estaba en el candil. Que en realidad se llamaba Amanda Lanusse, Ámbar Lafox era su nombre artístico. ¿Sabés quién era Ámbar Lafox?, la mamá de Reina Reach.

Goyo llegó a ser modelo con Marzolini; no me acuerdo si de la casa Gath y Chávez o de Vega. Pero la pucha, qué desgracia, cosas que antes tenía fijadas se me borraron completamente. Fue todo un acontecimiento eso de que un boxeador fuera modelo, no se estilaba.

Goyo lo único que quería era traerse a la madre para Azul, y con mucho sacrificio se los trajo a todos nomás. En Azul hizo carrera, pero la fama le vino después, cuando se fue a Buenos Aires, y después, claro, a Europa. Más bien que ya había arrancado a boxear en San Juan. Pero en Azul empezó a entrenar fuerte; primero en el gimnasio de Nazario Peralta, que quedaba en la calle Libertad. No eran parientes. Y después en el Barracas de Belgrano. Lo entrenaba el finado Ricardo Maringola. ¿Te acordás de don Ricardo, casado con Tita?, que vivían al lado de casa, en la Roca. Ahora, en donde estaba el gimnasio del Barracas, hay un laboratorio en el que se hacen tomografías y todas esas cosas.

 

Goyo nació en Trinidad, San Juan, pero lo trasladaron como cocinero a la Base Naval Azopardo. Él vino a casa por primera vez porque era conocido del Vasco, que también entrenaba en el Barracas de Belgrano con don Ricardo. Yo ya lo tenía visto. En Azul nos conocíamos todos, más si uno era de afuera. En aquel entonces se estilaba dar la vuelta al perro. Todos los sábados sin falta íbamos con tus tías y con mamá al centro. Las mujeres caminaban para un lado y los hombres para el otro, así se cruzaban. Yo por ese entonces era una mocosita. Los marineros solían comer en la fonda de Arrazola y Baldini,  dos cuñados, uno de ellos, Arrazola, el padre de tu tía Cheché. En esa fonda me lo encontraba siempre a Goyo. Quedaba ahí en la San Martin casi Canevá. Ahora está el hotel Vitoria, sin c. San Martín novecientos y pico, si mal no recuerdo, frente al restorán Torino, donde ahora está el geriátrico de tu padrino.

Por ese entonces el Vasco ya noviaba con  Cheché. En esa misma fonda lo vi por primera vez a tu padre, que estaba en la marina, también de cocinero, en Mar del Plata, y se venía a Azul para los francos. Los dos, Goyo y tu padre, hicieron la marina como cocineros. Coincidencias que tiene la vida.

Resulta que una vez estábamos con tu tía Alicia, en una cena en el Club Cemento Armado. Era una de esas cenas que se hacen para fin de año, y estaban todos los boxeadores del Barracas. Yo tenía puesto un vestido con cuello alto y manga japonesa acampanada. Nosotros siempre fuimos pobres. Si alguien nos regalaba ropa, la reformábamos. Le sacábamos las sábanas de grafa a mamá para hacernos polleras, porque nos daba mejor el ancho para la costura. Yo usaba el método de corte y confección “Teniente”, porque tu tía Ñata había conseguido la revista con los moldes. En ese entonces no teníamos máquina de coser ni nada, se hacía todo a mano. Calculá que yo tuve la Singer recién cuando nació tu hermana, que tu padre me la compró en uno de los viajes que hacía a Buenos Aires con el camión Man. Bueno, cómo te decía, yo esa noche tenía puesto el vestidito ese de manga japonesa, y Goyo tenía un traje de lino color manteca que le quedaba pintado.

En esa cena a Goyo, como era sanjuanino y marinero, y ya lo conocían como buen boxeador, le dieron para que izara la bandera. Tu tío Vasco me contó después que Goyo ni bien me vio le preguntó quién era yo. Vasco le dijo que yo tenía novio, y él le contestó que a él no le importaba. Yo igual ya me había peleado con mi novio, que era marinero también. Después hizo que el Vasco lo invitara a cenar a casa, y ahí empezó todo.

Las relaciones de antes no eran como las de ahora. Antes era todo un acontecimiento que un hombre fuera a la casa de una chica a la que pretendía. Papá nunca supo que él había ido por mí. Me mataba si se enteraba. Él siempre creyó que fue porque era amigo del Vasco, que un poco cierto era, pero Goyo tenía interés en mí.

Me acuerdo que esa noche había guiso con arvejas. Y él me miraba y me decía en voz baja: “niña Nélida, a mí no me gustan las arvejas”, y las corría a un lado del plato con el tenedor. Tu tía Negra se descostillaba de la risa, y yo, colorada como un tomate. No estuvimos mucho, unos meses nada más. Después se radicó en Buenos Aires y le fue muy bien. Empezó a ganar, a estar mejor rankeado; se contactó y se fue para España. Hizo carrera allá, aunque nunca llegó a ser campeón mundial. Ganó el título argentino nada más.

Yo a Goyo no lo vi pelear nunca. Con decirte que a tu tío Vasco lo vi una sola vez. Papá no quería que nosotras fuéramos a las peleas. Y menos a la noche de un sábado, que el domingo había que ir a misa temprano.

Igual a mí nunca me gustó mucho el boxeo. Y eso que tu tío Vasco siempre me escorchaba con que lo fuera a ver. Es un deporte muy violento para mi gusto. En la televisión es una cosa, pero muy distinto es escuchar a metros nada más cómo suenan las trompadas. Son golpes secos, que te hacen temblar. La vez que fui a verlo al Vasco me dio una impresión bárbara. Me acuerdo clarito, como si fuera hoy. Peleaban dos, de los que por supuesto no me acuerdo los nombres. Uno era de Tapalqué y el otro de Olavarría. El de Olavarría le ganó por nocaut en el cuarto round. Le metió un manazo que lo dejó sentado, grogui, como se suele decir. Cuando el médico lo fue a ver, y el de Tapalqué reaccionó, le dijo que no podía respirar, que se ahogaba, que se había tragado algo. En seguida todos lo miraron al réferi que mostraba que le había sacado el bucal. El médico lo daba vuelta, le pegaba en la espalda, pero nada, no había caso, tosía ahogado y la cara se le ponía como una remolacha. Al final se lo tuvieron que llevar al Hospital Pintos. Al otro día el Vasco nos contó. El tipo se había tragado la dentadura postiza. No lo podían creer, mirá que salir a pelear con dentadura postiza. Era una estupidez, una locura y un descuido del técnico. Esa noche me dio mucha impresión y después no quise ir más. Porque decí que lo llevaron en seguida al hospital y que en la guardia se avivaron y le sacaron la dentadura con una pinzas que si no capaz que se muere ahogado. Un peligro.

 

La primera pelea importante que tuvo Goyo fue en Miami contra Willie Pastrano, en el sesenta y tres. Perdió por puntos. Pastrano en ese momento era el campeón mundial de los semipesados. Pero no estaba el título en juego. Después tuvo el desquite en Nueva Orleáns, pero perdió por nocaut técnico en el sexto round culpa de un corte en la ceja. Ya por ese entonces lo entrenaba Alfredo Porzio y Héctor Nesci. Subió en el ranking como una flecha y las oportunidades empezaron a salirle. Cuatro años después se enfrentaron otra vez con Pastrano en el Cilindro de Montevideo. A esa pelea se la llamó: “La pelea de las cuerdas flojas”. Alguien las había aflojado. Yo nunca supe a favor de quién, porque Goyo no era un boxeador de esperar, sino que iba al frente, no se recostaba en las cuerdas; como en esa pelea de Alí con Foreman en África, que dicen que alguno del grupo de Alí las aflojó para que trabajara de contra mientras Foreman hacía todo el desgaste.

Goyo y Pastrano empataron en esa tercer pelea, en el sesenta y ocho, sesenta y nueva, no me acuerdo bien. Después tuvo problemas con la gente del Luna Park y fue cuando se radicó en España. Ahí le peleó a un vasco, creo que era Urtain, Urtan, o algo por el estilo.

Cuando volvió a los Estados Unidos, peleó dos veces contra Foreman. Creo que perdió las dos, pero ninguna por nocaut. En esos tiempos era muy difícil que un argentino ganara en los Estados Unidos. Había que ganar por muerte. Si Firpo, que según dicen, fue el más grande de todos, hasta lo tiró a Dempsey del ring y no ganó, menos iba a ganar Goyo. La cosa es que peleó contra los mejores. Si hasta estuvo por boxear en la cancha de Boca por la corona, contra Jimmy Ellis. Pero dicen que la desorganización malogró el enfrentamiento. Hizo ciento once  peleas como profesional. Se retiró recién a los treinta y ocho años.

 

Me acuerdo que había una nota sobre Goyo que nos hacía mucha gracia. En esos tiempos salían comentarios de las peleas en la revista Patoruzito. El comentario decía: “este chico sanjuanino es muy bueno, pero si sigue sacando la lengua la va a tener que buscar en la lona”, porque Goyo cuando peleaba sacaba la lengua.

Me acuerdo clarito también, de un Gráfico que yo tenía, del tiempo de ñaupa. Después lo perdí en la inundación del ochenta. En la tapa estaba la carota fea de Bonavena en el Luna, la noche que le ganó a Díaz, allá por el sesenta y cinco. Mirá si sería vieja la revista, que en la contratapa estaba la propaganda del Valiant. Tu padre después nos compró uno. Nosotros tuvimos primero un Kaiser Carabela, después un Valiant y por último un fitito celeste. Claro que tu padre los malvendió, como siempre.

En un párrafo citaban las palabras de Bonavena cuando se bajó del ring después de la pelea. “Y ahora que venga Peralta. Qué no se esconda como las gallinas. Si él no viene yo lo voy a ir a buscar a Azul.” Era un agrandado. Pero tenía con qué. Él fue el que le sacó el título argentino a Goyo, que se lo había ganado en el sesenta y uno a un tal Giorgetti, que le decían “Kid Tutara”. En esa pelea Goyo peleó con trece kilos menos que los del rival. Lo que pasaba era que el peso natural de Goyo rondaba los ochenta y cinco kilos, pero resultaba demasiado pesado para la categoría de los semicompletos, creo que el límite era setenta y nueve y monedas, y también era demasiado liviano para la de los completos. Con esa contra cargó toda su carrera. En el Gráfico este que te digo, había una foto en la que estaban todos arriba del Ring. Esperate, a ver si me acuerdo: un yanqui, Stevens creo que se llamaba, Locche, Cañete, Menno, que después formó parte del cuerpo técnico de Monzón, Goyo y Díaz. Todos de traje, menos Díaz que estaba en bata, porque esa noche peleaba. Goyo les sacaba media cabeza a todos, salvo a Díaz que también era alto. Como el loco de tu padre fue toda la vida radical envenenado, que hasta lo echaban de los trabajos por hablar mal de Perón, yo tuve la revista escondida una ponchada de años, para que no me la encontrara porque le tenía bronca a Goyo, no lo podía ni oír nombrar porque era peronista acérrimo. Mirá como sería tu padre que tampoco me dejaba escuchar ni mirar películas de Hugo del Carril, que a mí me encantaba, porque había grabado la marcha peronista. Daniel, el ex de tu hermana, te acordás que era muy parecido a Hugo del Carril, siempre me decía: “Coca, si quiere yo le canto un tango, pero si Pipiolo me escucha me mata”.

 

Goyo se gastó un dineral en la campaña de la vuelta de Perón; le habían prometido el lugar de Tito Lectoure, pero al final no le dieron nada. Después se radicó en España y  se casó con Mimí Canebelo, que antes de casarse vivía en la casa de la 25 y Falucho, donde después vivimos nosotros. Esa casa se la compró el viejo Bernardo al padre de Mimí.

Se dice que Goyo allá en España frecuentaba mucho Puerta de hierro y me acuerdo que leí en alguna revista que Perón hasta le regaló un mate de oro y todo.

El siempre decía que se había hecho peronista porque en el terremoto de San Juan, Perón y Evita fueron a socorrerlos y que después de eso les fue fiel toda la vida. La noche de la pelea con Bonavena en el Luna, no sé la cantidad de gente que metieron. A Bonavena había muchos que lo odiaban, porque era muy fanfarrón. Lo iban a ver tanto los que lo querían como los que no. Por algo fue uno de los boxeadores más populares sin llegar a campeón mundial. Goyo perdió el título con él en el rounds doce. El 4 de septiembre del sesenta y cinco. Me escuché la pelea entera por radio, en la casa de tu tía Negra, a escondidas de tu padre. Eran contrafiguras, Bonavena grosero y fanfarrón y Goyo correcto, humilde. Eso siempre se dio en la Argentina. Boca versus River, Ford versus Chevrolet. En el boxeo tenías Suarez versus Mocoroa; Gatica versus Prada; Lausse versus Selpa. E infinidad de otras duplas clásicas. En mil novecientos setenta y dos Goyo hizo una exhibición con Muhammad Alí. Después, vivió un tiempo en Alemania y peleó un par de veces más. La última fue contra Ron Lyle en el setenta y tres. Después se volvió a la Argentina, solo, sin su familia. Y se radicó definitivamente en Rosario. Hasta ahí sé de su vida.

 

En esa foto que tenés ahí están casi todos los que peleaban en aquella época con Goyo y con tu tío Vasco. Ése que está ahí es don Ricardo Maringola. Ése es Fito Marrazo, que también pertenecía al club. El narigón es Julián Lezcano. Ése es tu tío Cacho. El de al lado es tío Ñato. El negrito es Walter Peralta, un primo mío, nada que ver con Goyo, le decíamos Pichirica. Ése que se ríe es Goyo, mirá que buenmozo que era. A ése de ahí le decían Gorga. Ése es Marcelo Acuña, que era primo de mi primo. Este…, esperate, ¿cómo era el militar este, che? Bueno, ya me voy a acordar. A ese le decían Zorro, tenía un almacén cerca de dónde vivíamos nosotros. Ése del medio es tu tío Vasco. Ese es Melfi, dueño del diario “Pregón”. De esos otros no me acuerdo quiénes eran… Etchepare se llamaba el militar, Etchepare.

La vez que lo fui a ver pelear al Vasco, fui con tu tía Alicia. Nos sentamos en las graderías. Nos miraban todos. Mucho no se estilaba que fueran mujeres a ver las peleas. Yo me puse colorada como un tomate. Además que no me costaba. De chica siempre andaba con los cachetes al rojo vivo. Como siempre tenía asma, en invierno no podía salir a la calle o al patio a jugar, y todos me gritaban: “Rabanito, vení a jugar”. Me daba una rabia bárbara que me dijeran rabanito. Bueno, esa noche pasé unos calores tremendos. Porque yo tenía puestos una blusa larga, lisa, con manga japonesa y solapas, una pollera campana plato, y un saco con tres costuras y cuello smoking. Y en ese tinglado cerrado, lleno de gente, hacía un calor tremendo. Encima a cada rato alguno pasaba y nos decía alguna cosa. No groserías, sino más bien algún piropo. Pero con tu tía no sabíamos dónde meternos. También por eso no fui más a ver peleas.

En ese tiempo generalmente se hacían peleas con los boxeadores que traían del club Racing de Olavarría. A tu tío le decían “el Torito azuleño”, era peso pluma, derecho. Esa noche peleaba contra José Novello. Fue una pelea muy comentada, porque tuvo incidentes. Me comí todas las uñas de los nervios que pasé. Acá tengo la fotocopia del recorte del diario Pregón. Mirá lo que dice: “Y vamos al combate de fondo. Ya en el cuadrado los contrincantes, Nicéforo Pérez (58k800) y Alberto Novello (56k800). El juez, el Señor Alfredo Delbonis, da las instrucciones de rigor y la orden de comenzar. Primer round de puro finteo, quebrado en dos o tres oportunidades por largos golpes de derecha de Pérez en el rostro de Novello. La segunda vuelta Pérez, de hábil boxeo, ágil en el punteo de izquierda y aplicando oportunas derechas netas, tiene a mal traer a su rival, sin que pueda éste alterar el juego propuesto por el Torito azuleño. El tercero se inicia dentro del mismo ritmo, pero a partir del minuto se lanza Novello a un juego desordenado, entrando agachado y procurando el cuerpo a cuerpo. El cuarto tiene alternativas de riña. Pérez trata de avasallar a Novello pero éste esquiva, agachándose y en el envión lleva al azuleño a brindar vueltas acrobáticas en el aire, soliviado por su contenedor. Apenas transcurrido un minuto se toman en el centro del ring y Novello agarra a Pérez y le cachetea el rostro ostensiblemente. Aparta el juez y por sobre éste aplica Pérez un guantazo a Novello produciéndose un instante de confusión, cuando los segundos de Pérez escalan el tablado, mientras el juez los insta a retirarse y los combatientes ocupan sus respectivos rincones, retornando a la pelea, en ambiente confuso y discutido. Sobre la clausura vuelve a ser amonestado Novello por pegar cuando Pérez tiene una mano retenida en las sogas. En el último round no existe ventaja entre los contendientes, ya que ambos se atropellan con virulencia, ciegos en el arreo. Concluido el lance quedó la sensación del triunfo de Pérez, porque cuando las acciones fueron limpias estableció clara diferencia de aptitudes, lo que trató de equilibrar Novello con arrestos impetuosos y faltos de distancia y eficacia. El jurado proclamó ganador al azuleño por puntos. Y sobre el mismo ring Novello pidió la revancha, a la que accedió Pérez, para un lugar a determinarse, que podría ser en un festival del Boxing Justo Suarez o en Olavarría”.

Esa misma noche también peleó y ganó tu padrino, Chico Tucci. Le ganó a un tal Di Palma. Iba a pelear contra otro, pero le cambiaron el rival a último momento. Después se hizo una cena agasajo en homenaje a tu tío y le entregaron una plaqueta a don Ricardo Maringola en reconocimiento por el trabajo que hacía con sus pupilos. Entrenaba a Mugueta, a Goyo, a Chico, a tu tío y a Fito Favazzo. Y todos andaban bárbaro.

Una vez tu hermano Luis Emilio, le hizo una nota para Radio Azul a don Ricardo, ya de viejo. Estaba muy emocionado, pobre.

Esa noche de la cena que te digo, estaba Salustiano Márquez, que era un manager muy reconocido. Había ido para hablar con los dirigentes del Barracas y concertar el enfrentamiento entre Goyo y Orchuela.

 

El que también boxeó fue tu tío Flaco. Tenía lindo cuerpo, alto, flaco espigado, con los brazos largos. Era muy bueno, ganó algunas peleas como amateur, pero tenía problemas en los oídos. Una vez peleó con un tal Olmos que trabajaba con él en el ferrocarril, de guardabarrera. El Flaco fue y le dijo que no le pegara en los oídos. Por supuesto, lo primero que hizo Olmos fue pegarle en los oídos hasta que lo desmayó. El Vasco era más corajudo, pero el Flaco, como tenía ese impedimento, no iba tanto al frente.

Una noche, esto lo contaba siempre el Vasco y se moría de risa, peleaba el Flaco contra Marcelito Acuña y había ido todo el mundo. De la tribuna le gritaban: “pegale Marcelo, pegale”.  Y una negra pampa, grandota, sería tía o vecina de Acuña les contestaba: “dejelón, dejelón, que lo está estudiando”. La verdad era que al Flaco no le gustaba entrenar. Peleó un tiempito nomás, antes de casarse e irse a vivir frente al reformatorio.

En cambio tu tío Vasco podría haber llegado lejos. A los meses de cumplir dieciocho años, Giorfi lo metió en el campeonato de los “Guantes de oro”. Se hacía en el Luna Park. Era un salto importantísimo. Hizo dos peleas y las ganó a las dos. Pero en la última, la tercera, la definitiva, con un tal Pizarro, se tiró porque extrañaba.

Como en casa no teníamos radio, nos amontonábamos en lo de Mecha Azeta, para escuchar la pelea. En el barrio era la única que tenía radio, porque el marido era capataz en la cantera y en vialidad y tenía cierto poder adquisitivo. Después el mismo, Azeta muchos años más tarde, lo hizo entrar a tu padre en la cantera y en vialidad.

No me acuerdo quién relataba la pelea, no sé si no era Cafarelli, mirá. Yo no me acuerdo si en ese tiempo era Radio Belgrano, El pueblo o Splendid la que trasmitía las peleas. Debe de haber sido Splendid que era la más vieja. En Azul no había radio todavía. Si Radio Azul hace poco cumplió recién cincuenta años, hacé la cuenta. Después de los “Guantes de oro”, tu tío Vasco siguió entrenando con don Ricardo en el Barracas, y también hizo algunas peleas más, pero ya no quería seguir, no tenía las aspiraciones de la primera hora. Habrá largado a los veintiséis, veintisiete años, aproximadamente, no sé decirte con exactitud. Después se casó, se metió a ferroviario y lo trasladaron al sur, a Darwin, como guardabarreras. Al tiempo lo ascendieron a Jefe de Carga y Encomiendas y se radicó definitivamente en Bahía Blanca.

Cierta vez se cruzó a Pizarro en Azul y lo invitó a comer a casa. En la cena Pizarro se mandaba la parte de haberle ganado aquella pelea en el Luna. El Vasco, medio en serio, medio en broma, lo retó a pelear la revancha en el Deportivo Barracas. Pizarro, confiado, agarró viaje. El Vasco lo sentó en el cuarto round. Pizarro era un boxeador sucio, faulero. Era un cara rota bárbaro y un gran charlatán. Si hasta me quiso hacer el cuento a mí, pero yo lo saqué carpiendo, si era más feo que la miércoles.

Goyo, una noche me llevó a comer. No fuimos solos. Fuimos con el Vasco y con Cheché, a una cantina que ya no está más, quedaba cerca del balneario. Goyo fue vestido con un traje cruzado azul marino y un pantalón gris, pinzado. Estaba hermoso. Y yo tenía puesta una blusa drapeada y una pollera con tabla encontrada al medio. La cena igual estuvo aburrida porque se la pasaron hablando de boxeo. A los dos se le venían peleas por delante y ya se tenían que meter a entrenar fuerte. Y eso fue un poco lo que nos distanció. Si siempre tuvo pensado irse de Azul. Y si yo quería seguir, o me tenía que ir con él o me tenía que quedar en Azul, a esperarlo. Ni loca. Salimos unas cuantas veces más, pero ya la cosa no iba ni para atrás ni para adelante. No hubo caso, no pudimos seguir, ¿para qué? íbamos a terminar matándonos. Cada vez que hablábamos era siempre la misma discusión, que el boxeo era su vida, que los títulos, que las oportunidades. Y tenía razón, era su visa y su sueño, y además tenía pasta, así que yo no podía darme el lujo de hacerlo elegir. Lo mejor era que termináramos así, en buenos términos. Creo que fue la mejor decisión para los dos.

Y yo con el tiempo, me acostumbré a leer sus triunfos en  El Pregón y en El Ciudadano, que era el diario más viejo de Azul, de los hermanos Subiri, las oficinas quedaban en ese edificio antiguo, que ahora está tapiado, uno que queda enfrente de lo que antes era el Supercoop.

Así es la vida. Ahí tenés los recortes. A veces es lo único que queda, unos pedazos de papel amarillentos, unas fotos en blanco y negro que muestran el paso del tiempo. Otra cosa no sé decirte.

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*Juan Marcos Almada nació en Azul en 1976. Publicó Deforme (Milena Caserola, 2011). Lengua Muerta (Alto Pogo, 2013). Obtuvo el 4° premio en el concurso Cuentos Rioplateados con el relato Embocadura rota. Las revistas virtuales Gatillo, nMinatura, Las malas Juntas, Crimins Causa y Animales de jazz publicaros algunos de sus cuentos. Antologó junto con Mariana Kozodij 12 rounds, cuentos de box (Lea, 2012). El cuento Los bicentenarios fue publicado en la antología Cuentos raros (Outsider, 2012). El texto Libros vivos forma parte de la antología Libro vivo (El asunto/Milena Caserola/La cría, 2012). Está preparando junto a Patricio Eleisegui una antología de cuentos sobre santos paganos. Conduce el programa de radio Acá no es  (FM La tribu), y colabora  como guionista y actor en el programa radial Lo mal que estamos (FM Boedo) Produjo tres ciclos literarios (Naranjas Azules Parlante, Nodo y Corrincho). Produce el ciclo de charlas literarias Las lecturas, un cruce en la librería editorial Eterna cadencia. Es editor del sello editorial Alto Pogo.

 

2 thoughts on “Recortes

  1. Fantàstico relato. Unas correcciones.
    Goyo le ganò aquella primera pelea a Pastrano por puntos en 10 asaltos. Luego si, la pelea titular fue de Willy por KOT 6.

    No hubo tercera pelea. El relato confunde la revancha con Bonvena , en Montevideo, la de las cuerdas flojas, el empate, etc., etc.
    Goyo viviò sus ùltimos años en mi ciudad, Rosario. Fu amigo de mi padre. Lo conocì bien. Gran tipo. Generoso, solidario. Peronista mil por mil. Lamentè mucho su muerte.
    Saludos!
    Enrique.

    1. Hola Enrique

      Me llamo Jorge Balmaceda Bucci y soy periodista de San Juan (Argentina)… Ahora mismo estoy metido en una nota sobre mi coprovinciano ‘Goyo’ Peralta ya que en abril próximo se cumplirán 50 años de la famosa pelea contra Willy Pastrano.
      Quería saber si existe la manera de poder hablar con usted para que me cuente algunos datos que pueda recordar sobre Goyo…
      Desde ya muchas gracias por su atención… Le dejo un cordial saludo…

      Jorge Balmaceda Bucci

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