El martes 15 de mayo, los periodistas Jon Lee Anderson y Gabriel Pasquini dialogaron en la Fundación TEM en el marco de la presentación de Instantáneas, el libro de El Puercoespín. Aquí transcribimos algunos de los mejores momentos de la charla.

Jon Lee Anderson y Gabriel Pasquini / Foto: FC

Gabriel Pasquini: Jon Lee Anderson es un periodista que tiene un gran conexión con América latina y con los periodistas del continente. Además de ser admirado por todos nosotros, es considerado uno de nosotros y por eso es importante tenerlo aquí. ¿Cómo ves la situación del periodismo hoy?

Jon Lee Anderson: Para mí es un deleite estar aquí. A 10 años de conocer a Gabriel García Márquez en Cartagena de Indias, y después de atravesar la terrible década pasada de guerra en Afganistán, llegué a Cartagena para desahogarme y dictar un taller de periodismo. Unos años antes estuve en Colombia para hacer un perfil periodístico de Gabo. A raíz de eso, comencé a trabar amistades con Jaime Abello y toda la gente de allá. No nací aquí, pero América latina es el continente de mi alma. Pasé gran parte de mi vida aquí; a veces no pude llegar, pero siempre está el deseo de retornar y hacer algo en América latina. En esta última década de venidas episódicas, donde brindé dos talleres en Buenos Aires y unos cuantos en Colombia, nos encontramos con Graciela Mochkofsky y Gabriel Pasquini en Cartagena, y en esa situación de crispación creativa que suelen ser esas semanas intensas de estos talleres, hablamos mucho de ideas mutuas y de querer hacer algo, hacer más. Graciela, Gabriel y Margarita García Robayo son parte de una generación que han despertado ante una situación, que se han dado cuenta de que tienen historias para contar y están en sus capacidades de hacerlo. Por una serie de razones, se ha dado en el zeitgeist latinoamericano esta necesidad de relatar de una forma nueva y pura la verdad de su tiempo a través de las crónicas. Hemos visto en todo el continente como han ido brotando en cada país latinoamericano espacios nuevos: En Chile, The Clinic; En Perú, Etiqueta Negra y Gatopardo (a mi juicio más corporativo); En Centroamérica, El Faro, y en Colombia, Malpensante. Todo esto, en los últimos 10 años. Algo está pasando, algo hay. Todo esto me emociona mucho y ser parte de esta corriente me alegra. Estoy muy feliz de estar acá, de ser uno de los que han contribuido un poquito a este primer libro de El Puercoespín. Espero que mucha gente lo lea y lo comente. Para mí algo ha pasado, en parte es una inquietud que se demuestra en las crónicas. Si bien es cierto que el modelo ha colapsado para la prensa y el periodista sigue siendo mal pagado como siempre, Internet ha dado una nueva oportunidad: tener no solo una voz nacional, sino internacional. Un periodista de provincia ahora puede ser escuchado en otro país. Tenemos en las manos mecanismos para ventilar la realidad que antes simplemente no estaban a la vista de otros, y compartir diferentes estilos de escritura. Todo esto me hace volver al principio, cuando entrevisté a García Márquez. Él me decía que había creado la FNPI (la que considero la casa matriz de una gran parte de esta corriente, como una especie de escuela alentadora de estos jóvenes del continente) porque toda su obra proviene del periodismo. Para él, el periodismo esta ahí como el gran norte. Yo creo que Instantáneas es una comprobación de que eso se ha ido logrando.

GP: Las tres primeras crónicas del libro son las que escribió Jon Lee sobre el levantamiento en Libia. ¿Cómo fue cubrir los episodios de la Primavera Árabe?

JLA: Llegué a Libia poco después de la caída de Mubarak en Egipto. La idea era llegar y encontrarle un hilo conductor a esa revolución, que es un poco una contradicción en términos, pero como cronista era encontrar algo original en la historia y que pudiera escribir varias veces sobre un tema que tenga relevancia, originalidad e interés. Esa es la suma de deberes que no son fáciles de encontrar en una historia. Algo que no pude encontrar en dos meses y medio. En Libia me apeteció hacer blogs y pequeñas crónicas diarias, pero no sé si eran blogs, era mi forma de tomar un cálculo y trasmitir el día a día, cosas que no iban a entrar en mis crónicas del New Yorker. Busqué algo que no se me presentaba: ese hilo conductor, una escena, esa verdad que a uno lo domina y le dice todo para entender el conflicto. Y entonces fue así, algo de esto está en el libro. Varias semanas me pidieron que tomara conciencia sobre lo que veía y escribiera sobre quiénes eran los rebeldes. ¿Quiénes son? Es una incógnita que flota en el aire sobre estos movimientos populares que se desatan en todo el mundo. No solo en el mundo árabe, en todo el mundo. Sobre todo en el mundo árabe, donde he pasado mucho tiempo. Estos movimientos que se desarrollan por ejemplo en las plazas de Madrid y en otras ciudades de mundo, tiene que ver con el fenómeno de Internet, la TV satelital, etc. Vivimos en un mundo en que los veinteañeros saben todo. Los libios 30 años antes estaban atomizados en su país por el terror de su dictador y sin acceso a una tele o la prueba de lo que le llegaba por rumores. Hoy, ni los dictadores pueden controlar el acceso a la información. En parte es un estallido producto de un desasosiego que proviene de una ruptura causada por el conocimiento que sumistran todas las cosas que utilizamos y sus múltiples maneras de ver las realidad. Esa es la conclusión, ese el trasfondo de las crómicas en este libro. Me pone contento que me publiquen mis artículos sobre otras partes del mundo. Que me lean en Bolivia, Chile, Uruguay es porque hay un interés. Sin embargo, todavía hay cierto desinterés por lo que pasa en algunos lugares donde uno no ha estado. Es importante saber cómo dirigimos hacia los jóvenes, darles impresiones sobre este mundo tan conectado. Para mí, este nuevo fenómeno de Internet me ofrece la posibilidad de entrar un poco más en la conversación y ser más participe en la conversación. Me gusta la noción de ser parte. Todo esto es un gran campo abierto, nos ofrece la posibilidad de impactar en la sociedad.

Pregunta del público: Me interesaba pensar el trabajo del periodista como trabajo rentado y preguntarles cómo están pensando resolver ese pequeño problema de estos medios alternativos, que plantean un periodismo nuevo. O sea, si se está pensando sólo como militancia o en alguna fuente posible de financiación.

JLA: El periodismo es un servicio público. El periodismo nunca fue una carrera para ganar dinero. Y si uno está buscando una carrera, con horario fijo de 9 a 5, para eso existe cierto periodismo institucional. No es que lo digo porque los otros dependen de su trabajo, yo también dependo del mío. A mi me pagan bien, pero sin embargo tengo que buscarme la vida igual. Cuando salgo a hacer mis cosas, vivo como los demás. Hasta el día de hoy pienso como un freelance, que todo puede terminar mañana. Antes de ser periodista, corté tabaco, fui labriego, trabajé en la construcción y fui guardia cárcel. Vengo de una familia acomodada, pero no rica. Todas estas actividades han nutrido mi carrera de periodista. Y si fuese necesario, volvería a trabajar de lo mismo y sería igualmente periodista o escritor. Nunca estuve en el periodismo para encontrar la estabilidad económica o el pan nuestro de cada día. A mí de joven también me explotaron, pero quizás hace 30 años había más posibilidades; si bien ahora hay pocas posibilidades de ganar mucho dinero, hay muchos mas medios para ser periodista.

Pregunta del público: Durante los últimos años han muerto muchos corresponsales de guerra cubriendo los sucesos bélicos en Afganistán, Libia y el mundo árabe. ¿Cuál es su opinión al respecto sobre los riesgos a los que están expuestos los periodistas?

JLA: Perdí cinco amigos el año pasado. Es bastante duro y hay que saber a que atenerse. Hay muchos jóvenes que están saliendo a buscar su nombre y no tienen experiencia. De hecho, un amigo consiguió fondos no sé muy bien de dónde para proteger a corresponsales de guerra y crear una espacio de cursos para enseñar en primeros auxilios a los freelance que no tienen respaldo de los grandes medios. Más allá de los cinco amigos que perdí, una decena han sido heridos estos últimos años y dos han perdido las piernas. Está bastante difícil la situación y se ha vuelto más peligroso. También, no en todos los sitios, está el riesgo de ser secuestrado y de terminar en un video de esos. Los periodistas se han convertido en parte del conflicto y todo el mundo los utiliza. Antes había cierto respeto y ahora no hay nada. Vemos en México que la situación para ejercer el periodismo es terrible. Entonces, no es para todo el mundo, pero es necesario. Una cosa es decir: “En este mundo virtual se puede filmar todo“, pero no, no es lo mismo. Necesitamos interpretar. Hacerlo de otra manera es muy frio y estamos dejando lugares a expensas de propagandistas de turno de cada lado. Entre 50 y 100 personas en el mundo entero cubren estos episodios. Es una tribu muy pequeña, por eso es que 6 bajas es difícil de comprender. Sin ellos no sabes lo que está pasando. Algunos tienen mucha valentía, valor personal, moral, un sentimiento cívico, razón de ser, pero nadie les paga, no cuentan con ningún tipo de apoyo. Tengo la sensación de que quieren vivir una vida que sirva para algo y no para ganar dinero.

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