El pasado 25 de abril, en el marco de la última edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, la Fundación TEM y el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) organizaron la mesa redonda ¿Cómo se cocinan las grandes investigaciones periodísticas?, que inauguró un ciclo de charlas sobre los distintos aspectos a considerar al momento de encarar una investigación periodística. En la mesa, que coordinó Daniel Santoro, participaron los periodistas Gonzalo Sánchez, Josefina Licitra, Daniel Enz y Graciela Mochkofsky. El ciclo continuará a lo largo del 2012 en la sede de la Fundación Tomás Eloy Martínez -Carlos Calvo 4319-, en cada sesión habrá tres periodistas y un moderador que dialogarán sobre las metodologías, las problemáticas y los principales hechos que conciernen al trabajo de la investigación. Aquí compartimos los momentos más importantes de la charla en la Feria del libro.
Daniel Santoro: Daniel Enz es uno de los periodistas más importantes porque ha investigado en el interior de el país.
Daniel Enz: Tengo una particularidad diferente a los colegas. Ya publiqué siete libros y uno solo salió en una editorial importante. Quería remarcar lo difícil que es para los que hacemos libros de investigación intentar publicarlos. Las editoriales de Buenos Aires se interesan muy poco y en consecuencia uno tiene dos opciones: o espera que pasen los años y una editorial importante le responda un proyecto; o toma el desafio y avanza contra viento y marea. En este sentido, hay que bajar la cabeza y darle para adelante, peleando en las imprentas, pidiendo plata a los amigos para que se edite su libro y yendo a las librerías. Actualmente ya no existe el clásico adelanto de la editorial, que te empuja para salir a trabajar, sino que uno lo hace a pulmón, a costa del endeudamiento personal. Es muy difícil porque no deja de ser un desafío que puede salir bien o mal. De los siete libros que publiqué en toda mi vida, vendí muy poco y perdí mucho dinero. Algunos colegas me dijeron: “¿Por qué no vas a tal editorial?”. No quiero que una editorial me llame y me diga: “Me gusta tu proyecto, pero lo vamos a publicar dentro de un año”. Me gusta que las cosas se hagan y se publiquen en el momento. Si se toma el caso de Entre Ríos o Santa Fe, somos dos los locos que en los últimos 20 años hemos publicado libros de esta manera. Me pregunto, ¿por qué no hay una generación de periodistas que se pongan a investigar? En estos tiempos creo que es porque hay mucho temor, mucha autocensura. En nuestra provincia noto a los periodistas un poco quebrados. Disculpen que me salí del eje de la mesa, pero es una situación que quería remarcar. La investigación periodística en las provincias -salvo excepciones como Córdoba, Rio Negro y Tucumán- está desapareciendo. No se investigan hechos ni a la gente del poder porque el periodista no tiene respuesta. Además que faltan recursos, hay una decisión: “con el poder no nos metemos porque nos tumban la publicidad”. Hay poca gente que se anima a investigar. Esto es muy preocupante y muy doloroso.
DS: Josefina es una exponente de la nueva crónica latinoamericana. ¿Cuántas veces hay que reescribir un texto?
Josefina Licitra: Lo ideal es hacer el trabajo de campo y después, con la información en la mano, ponerse a escribir. Sobre todo porque cuando uno comienza a escribir, empieza a notar cuáles son los agujeros en el texto y debe volver al campo a investigar (lo que me parece saludable que pase). Una vez que junté toda la información, con el trabajo de campo y documental incluido, hago un texto en crudo: pienso las partes, la estructura del texto, cómo voy a abrir, cuáles son las causas y dónde se empieza a desarrollar cada personaje. Escribo a mucha velocidad porque me interesa saber cómo se va a articular el texto, y una vez con eso -que vendría a hacer una piedra rectangular- empiezo a realizar sobre el texto el tallado más fino para darle la forma que quiero. Hay mucho trabajo de reescritura. Quizás en el periodismo diario, del día a día, no hay tiempo. En textos de largo aliento, sí.
DS: Gonzalo, contanos un poco la tensión que hay entre el periodista y las editoriales. Y en segundo lugar, ¿cómo hiciste para que los pilotos de Malvinas hablaran 30 años después?
Gonzalo Sánchez: La primicia, a 30 años de la guerra, me quemaba en las manos. En diciembre de este año, una fuente que aparece en el libro me llama y me cuenta que hay unos pilotos que participaron de una misión secreta en Malvinas y quieren hablar, sienten que tiene que quedar escrito y documentado. Me quedé pensando y lo volví a llamar. Venían las vacaciones y, como decía Daniel al comienzo, uno rompe el espacio de confort cuando se lanza a hacer una investigación periodística, porque podríamos ser los comunes y corrientes que vamos a cumplir el horario a la redacción, pero cuando nos lanzamos a una investigación estamos alargando nuestra rutina. Cuando recibo la historia, estos hombres no querían poner la cara. Eran 5 viejitos muy tiernos, muy agradables, y en una oficina me contaron todo. Sentía que la potencia de la historia iba a estar dada porque ellos hablaban por primera vez. En un primer momento, pensé: “Acá hay unas buenas notas para el diario”. Le propuse al director de Clarín -diario en el que trabajo- un suplemento y una serie de notas. Convencí a los pilotos que se sacaran fotos y les expliqué cómo funcionan los medios -ellos estaban muy temerosos de la cuestión Clarín / Gobierno-. Hicimos entrevistas muy largas, de 6 y 7 horas. Cada uno me contó su historia y me encontré que tenía muchísimo material y debía toparme con el espacio tirano de la gráfica. No me animaba hacer un libro. Me decía a mi mismo: “¿tan rápido voy a hacer un libro?”. Me costó mucho convencerme de que podía terminar una investigación en tan poco tiempo. Tenía miedo de pensarlo así, de que la gente piense eso. Malvinas. Los vuelos secretos salió el 1 de abril. Trabajé durante cuatro meses sin descanso. Y aquí vuelvo al comienzo, un trabajo sobre el libro es romper con los horarios de confort.
Pregunta del público: En el caso de las investigaciones sobre delitos económicos cometidos por el Estado, donde el material periodístico forma parte de la documentación de un juicio, ¿fueron citados alguna vez por una causa?
Graciela Mochkofsky: Sí, es una situación muy común. Fue más común en los noventa donde hubo un boom del periodismo de investigación por casos de corrupción en el periodo de las dos presidencias de Carlos Menem. Hasta donde yo sé –y también conozco casos de colegas- uno va a la citación y confirma todo lo que salió publicado. A mí, en su momento, hubo jueces federales que metían presión para saber quiénes eran las fuentes de mi investigación. Uno como periodista cita el derecho de resguardo de identidad de la fuente, que figura en la Constitución, que nos protege para eso.
Pregunta del público: ¿Cuáles son las malas palabras para el periodismo de investigación?
GS: No hay malas palabras, no hay límites. Cuando uno se enfrenta a una historia deja abierta todas las posibilidades para que se modifique y se revolucione esa historia. Uno valora las situaciones, los escenarios donde va a trabajar, pero uno está dispuesto a interrogarlos, a darlos vuelta y a encontrarle todos los puntos por donde abordarlos. Yo creo que a tipos como Videla hay que entrevistarlo, porque nuestra misión como periodistas es obtener información, obtener más versiones de la historia. Estamos todos de acuerdo con que Videla es un hijo de puta, pero decir que hay malas palabras sería como cercenar las posibilidades de trabajo. Uno va impulsado por sus valores, y va viendo con que se encuentra. Cuando uno va a contar una historia, todo puede ser posible.
Pregunta del público: Daniel, hablaste del periodismo del interior y de que no se puede hacer periodismo de investigación. ¿Qué tendría que ocurrir para que haya una verdadera libertad de expresión en el interior?
DE: No fue siempre así. Me parece que en esta última década los tiempos han cambiado. Pese a que, como decía Graciela, ustedes tienen más herramientas y más libertad de las que teníamos nosotros. Es una tarea que depende mucho de las nuevas generaciones, que haya una nueva actitud, que empiecen a amar lo que es investigar un tema. Cuando más se complica, más amamos lo que hacemos. Estas son las cosas que tienen que recuperar. Las nuevas tecnologías permiten esa cuestión. Tienen muchas cosas a favor: herramientas, información, etc. Deben organizarse, convencer a otros y apostar a hacer cosas interesantes. Hay tantas historias que deben ser contadas, tantas historias por escribirse.