Alberto Salcedo Ramos
Alberto Salcedo Ramos
Foto: Andrea Camacho

El escritor colombiano Alberto Salcedo Ramos recibió hace pocos días una gran noticia: su crónica La travesía de Wikdi, publicada en revista Soho en el año 2012, había ganado el prestigioso Premio Ortega y Gasset de periodismo. En minutos su teléfono y su correo se transformaron en el vórtice de un torbellino local e internacional de felicitaciones y pedidos de entrevistas. Allí estuvo también la Fundación Tomás Eloy Martínez con tres breves preguntas para el autor de La eterna parranda. Y las hicimos breves porque dentro de muy pocos días Alberto Salcedo Ramos nos visitará en persona: la nueva edición de su libro El Oro y la Oscuridad. La vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé será presentada en Fundación TEM el jueves 9 de mayo a las 19 hs.

En una entrevista que diste hace menos de 24 hs., y refiriéndote al hecho de haber acompañado al pequeño Wikdi en su largo viaje hacia la escuela, dijiste “el buen periodismo se hace con los pies”. ¿Te refieres al esfuerzo en sentido amplio? ¿A experimentar la vida de tu personaje? ¿A tener los pies en la tierra? ¿A una combinación de todo ello?
Creo en un periodismo artesanal en el cual uno se atreva a caminar tanto como sea necesario para relacionarse con los personajes de una manera más cercana. Me gusta sentir la historia en la suela de los zapatos, ir de un lado a otro para oír las voces de la gente. Un reportero que no interactúa lo suficiente con la realidad ya no hace periodismo sino turismo. Amo un libro de Chejov que publicaron en España hace algunos años con el título Unos buenos zapatos y un cuaderno de notas. Lo siento casi como una declaración de principios.

El escritor chileno Roberto Bolaño, en sus consejos para cuentistas, sugiere abordar varios relatos al mismo tiempo, porque uno podría estarse con un mismo cuento toda la vida. Vos has dicho, en cambio, que sólo podés abordar una crónica a la vez. ¿Es un consejo que darías?
Los dogmas en los que creo no son una camisa de fuerza para los demás. Estoy de acuerdo con este lúcido consejo de Leila Guerriero: “encuentra un método y confía en él, pues es lo único que uno tiene en el oficio”. Uno se relaciona con los maestros a los que ama, y al final arma su propio Credo con lo que ha asimilado del Credo de ellos.

Para definir a la crónica periodística, se apela sobre todo a los recursos literarios de los que se vale para narrar la realidad, y es frecuente, en cambio, que se deje de lado el factor tiempo, ciertamente explícito en la propia palabra “crónica”. Como el cronista experimentado que sos, ¿podrías ensayar una reivindicación del tiempo en el trabajo del cronista?
En mis talleres hablo mucho de ese tema. El verdadero protagonista de las historias es el tiempo. El tiempo define lo que sucede, lo que deja de suceder, lo que somos. Por cinco segundos de más o de menos, alguien puede morir o salvarse. Toma al azar cualquier novela y verás que está determinada por el tiempo. El tiempo, como dice la académica Teresa Imízcos, deja una huella en los seres humanos. El reto de los grandes narradores es descubrir esas huellas. Muchos se limitan a indicar en sus relatos qué hora es, pero para dar la hora bastan los relojes. Hacer sentir el paso del tiempo es otra cosa.

 

 

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