PabloPlotkin
Foto: Eugenio Mazzinghi

Durante tres años, Pablo Plotkin dirigió la edición argentina de Rolling Stone. Antes, fue su jefe de redacción, y antes uno de sus editores. Ahora deja los “altos cargos” para volver a la escritura. Aprovechamos el momento de transición para dialogar con él sobre su experiencia en edición periodística.

Has dicho que en las redacciones en general, a un buen periodista se lo nombra editor, en una de las paradojas más viejas del oficio: una vez que asciende, deja de escribir. ¿Pudiste sortear esa paradoja en tu trabajo en RS?
Relativamente. La verdad es que durante los casi diez años que trabajé en la redacción de RS, siempre cumplí funciones de edición. Al principio eran más acotadas y eso me dejaba tiempo y energía para hacer bastantes notas. Con el tiempo, y a medida que las tareas no sólo implicaban edición de texto sino también tareas ligadas a lo administrativo y fundamentalmente a eso que se llama “gestión de equipo”, mi volumen de escritura decreció fuertemente. De todas maneras nunca la abandoné del todo.

¿Hasta qué punto un periodista puede editarse a sí mismo con éxito? O mejor: ¿en qué aspectos es imperativa la figura del editor?
La figura del editor es crucial porque no sólo implica “mejorar” textos de otros, sino esencialmente definir el rumbo de un medio, tener una visión general del contenido. En cuanto a la edición puntual de textos, la participación de un buen editor, uno generoso y no frustrado con su tarea, tiende a mejorar las notas, sobre todo cuando el autor es alguien abierto a observaciones y a trabajar en equipo.

Arnold Gingrich, uno de los fundadores de Esquire, dijo “quien mejor edita es quien edita menos”. ¿Qué dirías al respecto?
En un mundo ideal, sí. Nada más lindo que editar poco. No sólo porque eso representa menos esfuerzo, sino porque significa que uno le encargó la nota a la persona correcta, y te convertís en un verdadero lector del material, alguien que se sorprende y lo disfruta. Sin embargo, en muchos casos se requiere de una edición más pesada para no publicar cosas demasiado aburridas, irrelevantes o faltas de información.

Como editor con muchos años de oficio ¿detectaste algo así como debilidades recurrentes en los cientos de textos que leíste por trabajo? ¿Hubo algunos aspectos “debilitantes” que se repitieran en notas de distintos autores?
Bueno, acá suele haber un déficit de lo que sería el trabajo de campo, la investigación, la búsqueda de fuentes secundarias, etc. Hay muchísimos que lo hacen muy bien, de todas formas, pero tal vez no tienen una escritura demasiado atractiva. Hay algunos -no son tantos-, que tienen las dos cosas.

Sobre decisiones editoriales: ¿Qué opinaste sobre la tapa de julio de Rolling Stone en Estados Unidos, con Dzhokhar Tsarnaev?
Justo estaba de vacaciones y lo seguí medio de lejos, pero me pareció una buena historia de tapa. ¿La imagen era un poco glamorizante? Puede ser.

Un par de editores que admires y por qué.
En RS trabajé muchos años con Ernesto Martelli. Conocerlo a él fue entender que había periodistas que realmente le daban menos importancia a su firma que a la construcción colectiva de un medio. Tenía una gran generosidad para compartir sus ideas y regalártelas (hablo en pasado porque está momentáneamente apartado del periodismo gráfico), y la profundidad de su visión estratégica de la comunicación no abunda en las redacciones. Somos dos editores de perfiles muy distintos, y nos complementamos muy bien, creo. Otro al que admiro, aunque nunca trabajé en una redacción con él, es a Fabián Casas, pero básicamente porque concilia esa sensibilidad poética con un ejercicio de la profesión muy pragmático y humano, priorizando las relaciones personales por sobre el resultado.

 

 

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