Con motivo de su participación en las jornadas de La literatura en las cosas -que organiza la Fundación Tomás Eloy Martínez, la Fundación Carolina y Casa de América de Madrid- entrevistamos a Jorge Carrión, que junto con el escritor colombiano Ricardo Silva Romero y el guionista español Jacobo Bergareche, conversaron ayer en la mesa titulada De Moby Dick a The Wire, y debatieron en torno al rol y la importancia de la literatura en las series de televisión.

Jorge Carrión es escritor, periodista, ensayista y crítico literario. Doctor en Humanidades por la Universidad Pompeu Fabra, donde da clases de literatura contemporánea y escritura creativa. En su obra se cuentan quince libros, entre ellos Los muertos y Teleshakespeare sobre las series de televisión. Publica y colabora con medios de América Latina y España.

Jordi Carrión / Foto: Flavio Vargas

1- Sus dos últimos libros (Los Muertos y Teleshakespeare) no comparten puntos en común con el resto de su obra. ¿Cómo surgen estos proyectos?

Intento que cada libro sea distinto al anterior, tanto conceptual como formalmente. Después de publicar un libro que se llamó Crónica de viajes, no terminaba de encontrar una nueva forma de narrar un viaje. Me encallé en un proyecto que era la experiencia de narrar en paralelo el Muro de Berlín y el Muro de Cisjordania. Ese texto lo llevé tres veces a Israel y no lo pude terminar. En algún momento, en esos viajes, se me ocurrió la idea de Los muertos y, en efecto, yo llevaba demasiado tiempo leyendo mucho comic y viendo series. De algún modo las lecturas que hacía en Israel de los clásicos que iban de Walter Benjamin hasta David Grossman entraron en cortocircuito con las series. Fue ahí que tuve por primera vez entre manos un proyecto de ficción.

2- ¿Cree que las series de televisión han iniciado en las nuevas generaciones lo que podría llamarse una nueva “tradición literaria” alejada del ideario borgeano de biblioteca?

Hay varias cuestiones aquí. Primero hasta qué punto Borges nos engañó con la cuestión de la biblioteca. Edgardo Cozarinsky en Borges y el cinematógrafo, demostró lo importante que es el cine para el autor de Ficciones. Sí es cierto que Borges desmitifica su biblioteca, pero también Borges no sería Borges sin ese diálogo entre texto y mundo audiovisual. Dicho esto, creo que lo que ocurre ahora se podría relacionar con el mito de la Biblioteca de Babel borgeana. La Biblioteca de Babel tiene sentido, pero también es muy absurda porque en ella hay libros que no pueden ser leídos: es una biblioteca infinitiva, rizomática, en red. Y el bibliotecario de la biblioteca de Babel se puede parecer a un lector de hoy día que también tiene a su alrededor una gran cantidad de objetos de significados muy distintos y que pueden leerse de distintas formas. Para mí, las series son parte de este mosaico, pero no más importante que el cine, el comic, el arte contemporáneo o la literatura. Lo que yo intento hacer en Teleshakespeare es procesar esa nueva textualidad y llevarla a mi tradición, que es la tradición de Benjamin, Julio Cortázar, Borges o William Shakespeare. Es una operación de intentar domesticar algo que todavía es salvaje para entenderlo desde mi propia formación de lector humanista, de un lector literario.

3- ¿Hay en Los Muertos una intención inconsciente de instalar un nuevo género que entrecruce lo literario con lo audiovisual?

Lo audiovisual es un formato clásico de comunicación. Llevamos más de 100 años de convivencia con el cine, 60 años de convivencia normalizada de la televisión, pronto llegaremos a los dos siglos que vemos fotografías. No creo que sea novedoso. Sí creo que lo novedoso es el hecho de utilizar como material primario las series norteamericanas de televisión y ponerlas en diálogo directo con internet y las redes sociales. Es históricamente nuevo porque no existía hace treinta años. Pero por otro lado, me parece una novela bastante clásica, dentro de la tradición de Cervantes, Nabokov y de cierta metaliteratura. Lo que hago en Los muertos es un ejercicio de écfrasis: en vez de describir un escudo de Aquiles, o un cuadro de Rembrandt, estoy escribiendo sobre las series de televisión.

4- ¿Cree que Teleshakespeare es un libro que temáticamente orbita alrededor de Los muertos?

Es como un satélite. Me he dado cuenta después de publicarlo que estoy repitiendo un patrón. Luego de los libros de viajes Australia y La piel de la Boca, publiqué un ensayo que se llamó Viaje contra espacio, que de algún modo completa lo que yo quería hacer en libros de creación. Y ahora, de vuelta, he caído en eso. Sobre todo porque me interesaba mucho pensar a fondo el mundo de referencias de mis personajes en Los muertos. Quería entender el mundo de esos personajes e intentar proponer un concepto que es el de la ficción cuántica, porque creo que ellos se sienten creadores cuánticos. Es decir, creadores que trabajan con varios lenguajes a la vez.

5- ¿El nomadismo es una fuente de inspiración a la hora de abordar la creación de un texto?

Los viajes han sido la experiencia más importante de mi vida como persona y como creador. Y todos los textos y las ideas más importantes se me han ocurrido viajando. Lo que siento estos últimos años es que no sólo tiene que ser un viaje físico, sino que el nomadismo estético y virtual también me estimula. A veces es necesario separarme de mi vida cotidiana, de lo que siento como familiar para tomar la perspectiva de escribir algo interesante. Por eso yo no escribo en casa, sino que escribo en hoteles y bibliotecas.

6- En las jornadas de la Literatura en las cosas habrá un homenaje a Tomás Eloy Martínez. ¿Qué opinión tiene acerca de él?

Es una pieza fundamental en la historia de la no ficción de la lengua castellana. Lo ubico entre el momento fundacional de Rodolfo Walsh y Gabriel García Márquez, y la llegada de los grandes cronistas de los noventa como juan Villoro y Martín Caparrós. Tomás Eloy Martínez está en el medio con Elena Poniatowska y Edgardo Cozarinsky, los periodistas que investigaron en los años ´70 y ´80. Tomás Eloy es importante porque inocula ficción a la crónica y esa marca hace que sus libros sean problemáticos. De algún modo, con ese experimento consiguió difundir una forma que en EEUU era común con Truman Capote.

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