Foto: Márcio Lima

Benjamin Moser (Houston, 1976), escritor, crítico y traductor, deslumbró al mundo en el año 2009 con Why this world, la primera -y última- biografía en inglés de la escritora brasileña Clarice Lispector (y cuya traducción al castellano es solo cuestión de tiempo). Considerado uno de los libros del año, y finalista del National Book Critics Circle Award, Why this world traza un recorrido fascinante, riguroso y de una profunda sensibilidad literaria por la figura de una de las escritoras más extraordinarias del último siglo. A Moser le llevó cinco años, doscientas cincuenta y siete entrevistas e incontables viajes terminar la biografía de Lispector y nunca pensó en volver a emprender una aventura semejante. Pero lo hizo: ahora se pasa los días y las noches inmerso en la vida de la gran ensayista y novelista estadounidense Susan Sontag. Entre un aeropuerto y otro, respondió algunas preguntas para Fundación Tomás Eloy Martínez.

¿Qué pasó por tu cabeza cuando David Rieff te contactó para que escribas la biografía de su madre?
Yo estaba justo en Río de Janeiro. Por primera vez en ocho años por fin había ido a Brasil sólo de vacaciones – durante la biografía de Clarice, Brasil, para mí, significó trabajo- y ese día decidí ir a un museo que nunca había visitado. Apenas traspasé la puerta, chequeé mi mail y… vacaciones terminadas. No tenía planeado escribir otra biografía. Sé lo difícil que es, todo el trabajo que involucra, lo caro que sale. Pero, por supuesto, me honró que David y el editor (Jonathan Galassi) me contactaran y me ofrecieran autonomía absoluta. Y era optimista, porque sabía que mi experiencia previa con Por qué este mundo haría que esta experiencia fuese menos desmesurada. Creo que me equivoqué en esto último, pero al menos ya sé en qué me he metido.

Sabías mucho sobre la obra de Lispector y la admirabas profundamente antes de abordar su vida. ¿Qué hay de Susan Sontag? ¿Cuál era tu relación con ella antes de la biografía?
No tenía realmente relación alguna. Si comparás lo que sabía sobre ella hace un año con lo que sé sobre ella ahora, la diferencia es vasta. Antes había leído algunas cosas, y sabía acerca de ella tanto como cualquiera sabe acerca de alguien realmente famoso. De todos modos, mi ignorancia ha sido buena para este este libro. Porque la sensación del hallazgo es más amplia y eso es lo más interesante: no saber realmente dónde voy a ir a parar.

¿Qué “secuelas”, por así decir, dejó Por qué este mundo en vos? ¿Alguna te sera útil para trabajar en la vida de Sontag?
Primero, que la organización lo es todo. La cantidad de material que reunís es tan enorme e intimidante que si no la metés en tu computadora cada día, irremediablemente te extraviarás. Suena terrible tener que transcribir diariamente horas de entrevistas y copiar fragmentos de cientos de libros, pero es esencial, y más adelante estarás contento de haberlo hecho. Segundo: tener cuidado con la gente. Cuando escribís una biografía, estás lidiando con las vidas de las personas. Y no solamente con el mundo de los muertos; también con el de los vivos. Estás escribiendo sobre sus carreras, finanzas, sexualidad, familias… y tenés que encontrar un equilibrio entre ser cuidadoso y respetuoso, y ser demasiado cuidadoso y demasiado respetuoso. No siempre es fácil.

En tu biografía de Lispector, hiciste un trabajo muy fino sobre la subjetividad de la escritora, y seguramente su propia prosa fue de gran ayuda en ese sentido. ¿Y con Sontag? ¿Dónde creés que su subjetividad será más asequible?
La vida de Clarice explota en cada una de sus páginas. No hay escritor que se exponga a sí mismo de una manera tan implacable, pero así y todo, ella guardó secretos, y a algunos –como la historia de la violación de su madre– los protegió ferozmente. La escritura de Susan, en cambio, a menudo tiene una firmeza marmórea; una superficie perfectamente pulida. Y sin embargo, mientras más sabés sobre su vida, más te das cuenta de cuánto luchó por mantenerse a sí misma fuera de su trabajo. Y de cómo fracasó. Ese fracaso, esa tensión, es la clave del poder de su escritura. Si sabés dónde están las pistas – pueden encontrarse en sus diarios, y especialmente en el diálogo con personas que la conocieron– ves el drama, el dolor, la inseguridad que están justo debajo de esos escritos monumentales y en apariencia inmaculados. Y entendés por qué era tan importante para ella que dieran esa impresión.

Hablando de subjetividades, ¿es verdaderamente necesario –o deseable– hacer el esfuerzo de ponerse en los zapatos de la persona sobre la que estás escribiendo?
Si no podés empatizar, si no podés entender por lo que esa persona estaba pasando, no podés escribir una biografía. Porque no habría razón alguna para que al lector le interese. Más importante: no hay razón alguna para que a vos, como autor, te interese –y eso sin contar que va a llevarse cinco años de tu vida. Pero la empatía se da muy naturalmente mientras vas conociendo a alguien. Siempre y cuando, claro, valga la pena conocer a ese alguien. Fue el caso de Clarice, y es también el de Susan.

Tanto Lispector como Sontag intentaron conjurar a la muerte con el lenguaje. Lispector, en su último trayecto al hospital, hizo que todos en el taxi simularan que estaban viajando a París. Y Sontag no quería escuchar ni una palabra acerca de su muerte. ¿Has pensado en esta relación complicada con la muerte como un punto de unión entre ellas?
Ese punto es esencial en ambas. Son personas muy diferentes, pero tienen ese terror absoluto en común. Clarice crea historias mágicas desde niña y Susan, desde muy joven, intenta desesperadamente hacer las paces con la muerte. Ninguna tiene éxito; ninguno de nosotros lo tiene. Pero Susan está siempre convencida de que la escapatoria de cualquier situación mala es a través de los libros, del aprendizaje. Y funcionó: por su determinación de no seguir el consejo de sus doctores, encuentra un mejor tratamiento para el cáncer. Y se curó en los ’70. Después, de nuevo, en los ’90. Pero por supuesto, la muerte solo puede postergarse. Y al final, cuando está desesperantemente enferma, piensa en los libros que todavía tiene que leer, en las obras que todavía necesita ver.

Susan Sontag. Foto de Henri Cartier-Bresson, 1972

Finalmente, ¿de qué manera sumergirse en la vida de alguien –de alguien real– se diferencia de sumergirse en…  cualquier otra cosa?
Escribí una novela entre estas dos biografías, y es una experiencia por completo diferente. Porque durante una novela, estás dentro tu cabeza. La biografía es más social. Para la de Clarice, hice 257 entrevistas y con Susan probablemente sean más. La semana pasada estuve en Estocolmo entrevistando a las personas que trabajaron en las películas de Susan de los ’60 –conocí a famosos sex symbols suecos que ahora son dulces abuelitas– y el miércoles 12 de junio parto hacia Sarajevo, para reunirme con quienes ella trabajó durante sus visitas heroicas en los ’90, cuando la ciudad había sido abandonada por los grandes poderes y también –y de algún modo igualmente doloroso–, por los intelectuales del mundo. Así que si te gusta leer y viajar y estudiar y conocer a gente fascinante que de ninguna, pero de ninguna otra manera podrías llegar a conocer, este es un gran trabajo.

Más sobre Benjamin Moser
Fundación Susan Sontag
Leé el artículo Luces y sombras de Susan Sontag de Tomás Eloy Martínez

Entrevista: Ana Prieto

One thought on “De cómo narrar a seres desmesurados

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