En el marco del Día del Periodista, Fundación TEM realizó una consulta a profesionales y teóricos de Argentina y de América Latina sobre la situación actual de este oficio. El cuestionario es similar en todos los casos. Aquí, las respuestas de Juan Mattio.

-¿Cuál es la situación actual del oficio periodístico?
-Podría decirse que mi mirada del periodismo equivale a la mirada de un extranjero porque mi posición de lectura es siempre desde la literatura. En ese sentido, lo que me interesa entender son los usos del lenguaje que hace el periodismo y en esa dimensión creo que hay dos extremos. Por un lado pareciera que desde las grandes empresas que manejan multimedios se propone una práctica de escritura rápida que busca un efecto inmediato sobre el público y dónde el lenguaje tiende a estar muy estandarizado. Se escribe con fórmulas y se utiliza un lenguaje burocrático que empobrece lo que se intenta contar. Pero por otro lado, hay algunos periodistas –y algunos medios- que se permiten otros procedimientos de escritura, que comprenden que las historias son también la forma en que son contadas. Y en definitiva creo que es esa tensión la que define el oficio periodístico y en la que es posible entender que si la estandarización tiende a reforzar las representaciones sociales que circulan en el sentido común, es a través de un uso radicalizado de los procedimientos técnicos que se puede construir pensamiento crítico. La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska me parece un ejemplo inmejorable de esta perspectiva.

-¿En qué influyen las empresas periodísticas en la construcción de la información? ¿Y las coyunturas políticas?
-En línea con lo anterior creo que cualquier uso que hagamos de la lengua es siempre un uso político. La construcción de un contenido periodístico está siempre ligada a sus condiciones de producción y las distintas velocidades de las redacciones se pueden sentir al leer un texto. La producción industrial de noticias, para llamarla de alguna manera, construye contenidos que no se diferencian demasiado de uno a otro. Ese me parece que es el rasgo más visible de esa influencia. Pero además creo que un periodista es un intelectual y, en ese sentido, podríamos retomar a Rodolfo Walsh cuando dice que “un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante”. En ninguna época se puede ser neutral pero hoy, con fuerzas conservadoras abriéndose paso en toda Latinoamérica, el mito de la objetividad sólo sirve de estrategia a los medios hegemónicos para intervenir con mayor eficacia sobre los procesos políticos. Y vaya si intervienen. Creo que es necesario enfrentarse a esas posiciones como periodistas y, donde sea posible, también como medios. Eso significa poner en crisis la idea de que los medios de comunicación sólo pueden funcionar con la lógica de una empresa. La existencia de cooperativas y medios populares es un primer paso en ese conflicto. Pero también tenemos que llegar a la discusión sobre qué periodismo queremos hacer desde esas posiciones. Un medio popular debería alejarse de los usos estandarizados de la lengua y esa producción industrial de noticias, cosa que no siempre pasa y me parece lo más interesante a discutir en esta etapa. Una de las variables más importantes a tener en cuenta para ese debate es la dimensión temporal de lo que estamos haciendo. Como dijo Horacio González en su despedida de la Biblioteca Nacional, si las fuerzas políticas de la derecha cuenta el tiempo mirando el minutero, desde el campo popular tenemos que pensar nuestros procesos en términos de décadas y aun así, tal vez, nos quedemos cortos.

-Si antes los periodistas se formaban en las redacciones, ahora se forman también en espacios académicos, talleres, etc. ¿Comparte este análisis? ¿Qué se gana y qué se pierde en esta situación?
-Creo que los espacios de formación, en cualquier disciplina, fundan no sólo una práctica sino una percepción sobre esa práctica de quienes la ejercen. De modo que esa transformación me parece importante a la hora de pensar cómo se produce información. En mi caso todo lo que sé del oficio periodístico lo aprendí en las redacciones de las que formé y formo parte. Sobre todo de mis compañeros. Y eso me dio no sólo elementos técnicos sino también una ética. En lo fundamental creo que lo que uno gana viendo trabajar a un gran periodista es similar a lo que podemos aprender cuando escuchamos a un gran maestro.

-¿Cuáles son los desafíos de quienes decidan hacer del periodismo una profesión?
-No sé si podría hacer una lista ni mucho menos jerarquizarla. A mí, lo que más me interesa en términos de desafíos, es no confundir la realidad con sus representaciones. O, dicho de otra manera, comprender que cuando hago periodismo estoy en el campo de la ideología y que es importante asumirme en ese lugar. Tal vez por eso creo que lo fundamental está en los procedimientos, en la forma y que el contenido de una historia puede radicalizarse o domesticarse según cómo sea contada. Y por ese camino me parece que podemos escapar a lo inmediato y tratar de pensar el periodismo como una estrategia construida a base de memoria y de imaginación.

Juan Mattio fue redactor de Cosecha Roja y de Infojus Noticias. Es codirector de la revista cultural La Granada. Su primera novela, Tres veces luz, fue mención en el premio Casa de las Américas y se editó en la colección Negro Absoluto. Escribe para Notas – Periodismo Popular.

2 thoughts on ““El mito de la objetividad sólo le sirve a los medios hegemónicos para intervenir sobre procesos políticos”

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