El martes 27 de noviembre a las 19:30 horas en la Fundación TEM (Carlos Calvo 4319), Leonardo Faccio participará de la mesa La crónica y el fútbol. Allí dialogará junto a Sonia Budassi, Alberto Salcedo Ramos y Martín Pérez sobre los distintos aspectos que un periodista encuentra a la hora de encarar un personaje del mundo futbolístico. Compartimos un nuevo fragmento de su libro sobre Lionel Messi.

Leo Messi no acostumbra a hablar con extraños de otra cosa más que fútbol. Una de las excepciones es cuando pide comida a domicilio. Un día el carnicero de Messi aparca su camión de reparto frente a la casa de su cliente más famoso, y con el gesto de un guía turístico, me indica que, sobre el muro de su fachada, hay unas cámaras de vigilancia. Son las tres de la tarde y es probable que a esta hora la Pulga esté durmiendo. Nadie trepa la cuesta llena de curvas de Castelldefels para llegar hasta aquí a contemplar el Mediterráneo. Pero cuando se le antoja hacer un asado, Messi llama al carnicero y él se acerca con el pedido de bifes, achuras y chorizos. El carnicero, un argentino a quien sus amigos llaman El Gallego, se ha ofrecido a guiarme. La Pampa, el restaurante donde trabaja, sirve asado cocido a las brasas y vende carne de vaca argentina a domicilio. La casa de Messi está en la cima de una colina, al final de una calle angosta y rodeada de un bosque de pinos. Aquí no llega el transporte público. Es un sitio ideal para estar callado.

Hablar con él es un privilegio de gente como el entrenador, su papá y el carnicero. Aunque a veces ni del entrenador: Maradona, quien lo dirigió en la selección argentina, dijo que conseguir que Messi le contestara el teléfono es más difícil que entrevistar a Dios. Jugar al detective que lo persigue hace que los informantes se dividan entre quienes se jactan de conocer en persona al famoso y los que recuerdan haberlo conocido antes de que la fama los apartara de su mundo.

Mónica Dómina fue la maestra de Messi de primero a cuarto grado en el colegio Las Heras. Una noche conversamos por teléfono de los años en que la Pulga ocupaba el primer pupitre de la clase.

—¿Usted le enseñó a leer y a escribir?
—Sí, pero no le gustaba nada la escuela. Lo hacía por obligación.

La voz de Dómina tiene el tono maternal de una maestra y la solemnidad de quien declara un testamento.

—Era muy tímido —me dice—. Tuve un grave problema para poder comunicarme con él.
—¿Y cómo hacía para incentivarlo a hablar?
—Tenía una amiga que se sentaba atrás suyo y me transmitía a mí todo lo que él quería decir.
—¿Era como su intérprete?
—Sí. Ella hasta le compraba la merienda. Actuaba como la mamá con el nene. Y él se dejaba que ella le dirigiera todo.

A la edad en que todos los niños preguntan, Leo Messi se comunicaba con su maestra a través de una ventrílocua de seis años. Hoy, como a los genios auténticos, no se le reconocen maestros. «Da la sensación de que Messi todavía no se trata a sí mismo de usted», dice Jorge Valdano. «Alcanzar esos niveles de celebridad sin confundirse es imposible, salvo que uno sea un superdotado o un autista». A Lionel Messi se lo acusa de vivir dentro de una burbuja.

—¿Necesitaba un psicopedagogo?
—Yo recomendé a la mamá que lo llevara a la psicóloga —insiste la maestra—. Tenía que salir de su timidez y reforzar su autoestima. La tenía muy baja.

El carnicero de Messi tiene hoy la autoestima muy alta. En el restaurante donde trabaja han hecho del nombre de su cliente estrella parte de su plan de marketing. Es el maître quien ofrece a los fanáticos una visita guiada a través de una escenografía rústica: fotos de caballos colgando de las paredes, meseros vestidos de gauchos y el cartel de una vaca en la entrada. La Pampa es un restaurante de carretera con carta de vinos, a cinco minutos en coche de la casa de Messi. Los domingos al mediodía siempre llega alguien preguntando si es allí adonde el ídolo va a comer su plato preferido.

—¿Es cierto que lo que más pide es milanesa a la napolitana?
—Al menos acá, no —deslinda el maître—. Messi siempre come lo mismo: tira de asado.

De eso se tratarían sus dilemas fuera del campo: elegir entre una tira de asado y una milanesa a la napolitana. Un psicoanalista la pasaría mal intentando arrancarle más intimidad en un diván. Messi prefiere los sofás para la siesta.

—¿Y al final Messi fue a la psicóloga? —pregunto a la maestra.
—No me acuerdo —lamenta—. Lo que sí recuerdo es que su mamá siempre traía a clase los trofeos que él ganaba jugando al fútbol. Pero él se moría de vergüenza.
—¿Tuvo otros alumnos así de tímidos?
—No. Él era distinto. Todos querían jugar con él.

Dómina contesta rápido. Quiere decirme más.

—Era un líder que ejercía en silencio —dice como empuñando el teléfono— Por acciones y no por palabras. Veo que ahora sigue igual.
—¿Qué imagen le queda de él?
—Lo veo chiquito y movedizo, con esa sonrisa de que escondía algo y sabías que algo iba a hacer.
—¿Lo ha vuelto a ver desde que dejó de ser su alumno?
—Nunca.

La maestra calla.

Pero Messi sigue asistiendo de algún modo al colegio: ha donado pupitres, útiles escolares, computadoras.

Hoy la Pulga observa el mundo desde sus ventanales que dan al Mediterráneo. Es un paisaje inmóvil que condena a las cámaras de vigilancia al aburrimiento. Están allí por si pasa algo y la mayor parte del tiempo no pasa nada. El carnicero, si sabe algún secreto, no me lo dirá. Apenas soltará algunos huesos, como los que se lanzan a un perro, para que se lo devuelvan al amo. Antes de subir al camión de reparto para llegar hasta aquí, el maître me detuvo en la mesa número doce del restaurante para contarme algo. Una noche Messi llegó con una chica en su Audi Q7, el coche que el club les da a todos sus jugadores. Pidieron asado de tira y chorizo. De postre, helado de dulce de leche. La cena fue a la luz de las velas. Messi presentó a la chica como su novia.

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*Leonardo Faccio nació en Buenos Aires en 1971. Lleva casi diez años viviendo en Barcelona, donde colabora con medios de Europa y América Latina. Es editor asociado de la revista Etiqueta Negra. Se diplomó en Antropología Social y en Fotoperiodismo en la Escuela de Postgrado de la Universidad Autónoma de Barcelona y es licenciado en Periodismo por la Universidad Nacional de La Plata. Es profesor del Máster en Periodismo BCNY (Columbia University – Universidad de Barcelona) y del Postgrado en Fotoperiodismo de Universidad Autónoma de Barcelona. En 2008 fue distinguido con mención de honor por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano -presidida por Gabriel García Márquez- en la categoría texto. Es uno de los cronistas incluidos en la antología Lo mejor del periodismo de América Latina II (FNPI, Fondo de Cultura Económica). En 2011 publicó su primer libro, Messi. El chico que siempre llegaba tarde (y hoy es el primero), editado por Random House Mondadori. Sus textos y fotos han aparecido en los diarios El Mundo, El País, La Vanguardia, El Periódico de Catalunya, El Mercurio y en las revistas Altaïr, ELLE, Esquire, SoHo, Lateral, Internazionale, Travesías y Gatopardo, entre otros medios. Fue corresponsal en Barcelona del desaparecido portal español www.soitu.es . En Argentina, sus primeras crónicas aparecieron en la revista cultural porteña Cerdos & Peces y fue redactor del Grupo de Revistas La Nación y del periódico Perfil.

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