En el marco del Día del Periodista, Fundación TEM realizó una consulta a profesionales y teóricos de Argentina y de América Latina sobre la situación actual de este oficio. El cuestionario es similar en todos los casos. Aquí, las respuestas de Cecilia González.

-¿Cuál es la situación actual del oficio periodístico?
-La situación varía en cada país. En Argentina el oficio periodístico todavía enfrenta la transición hacia los contenidos multimedia que exigen esfuerzos extra, porque muchas veces ya no alcanza con pensar únicamente en un buen texto o una buena foto o un buen informe televisivo. Hoy se requiere hacer todo. El problema es que hay más exigencia de rapidez que de calidad, lo que se nota en la mayoría de los medios, a lo que se suma la desaparición de la figura del corrector. Los errores de ortografía y redacción son cotidianos y abundantes, producto de la celeridad sin posibilidad de revisión.
Luego tenemos la pérdida de lectores de medios impresos y la insistencia de los editores en evaluar la importancia de una nota a partir de los “clicks” que obtiene en la web. Si es por eso, no podemos competir con Paris Hilton o con Vicky Xipolitakis. Al farandulizar la información se combinan sin criterio alguno chismes del espectáculo con notas políticas o deportivas, como podemos ver en los portales de medios nacionales e internacionales. Y no hablemos ya de las notas hechas a partir de un tuit, que se vuelven indispensables para los empresarios de medios porque generan tráfico de lectores pero que carecen de cualquier valor periodístico.
Los periodistas también enfrentamos una acelerada precarización laboral. Se nos exige estar más preparados, saber reportear, escribir, sacar fotos y videos, enviar información al instante, sin que ello implique una mayor remuneración. Las empresas le pagan a una persona el trabajo que deberían hacer tres o más. O despiden y no contratan a nuevos periodistas, lo que incrementa la carga de trabajo de los periodistas en redacción.
En los últimos años fue cada vez más evidente que las empresas privadas defienden sus intereses, que manipulan la información, que la línea editorial se define por sus filias y fobias políticas, lo que derivó en una sana lectura crítica por parte de algunos sectores sociales, pero a la vez minó la credibilidad de los medios.
El escenario del oficio no parece alentador a nivel macro, pero pese a todo, en cada medio privado o público sigue habiendo colegas que hacen excelentes trabajos periodísticos, muchas veces a pesar de sus jefes o de la empresa en la que trabajan. Y los mejores periodistas no suelen ser precisamente los más famosos o mediáticos. Además, Argentina cuenta con la ventaja de que existe un mercado editorial bastante receptivo a los libros periodísticos. Es una buena alternativa.
Los medios argentinos quedaron marcados, también, por la agotadora pelea entre la prensa opositoria y oficialista que se gestó en el kirchnerismo y que ahora intercambió papeles con el macrismo. Ello debería abrir la puerta al nacimiento de un medio crítico que se aleje de estas dicotomías y fiscalice con igual intensidad a todos los partidos, a todos los dirigentes, que impulse una cobertura equilibrada como la que realiza el Buenos Aires Herald, que debería tener su versión en español. Por ahora no lo veo.

-¿En qué influyen las empresas periodísticas en la construcción de la información? ¿Y las coyunturas políticas?
-Las empresas periodísticas más importantes marcan la agenda del debate social y del resto de los medios. El tono con el que cubren alguna noticia, como la devaluación de diciembre pasado, acentúa o minimiza la sensación de crisis. Construyen realidades paralelas, representativas de determinados sectores pero no de toda la sociedad, eso es casi imposible.
La influencia mediática en determinados procesos es innegable, pero no se debe subestimar a los ciudadanos. En Argentina, por ejemplo, los medios más influyentes operaron el año pasado como opositores al kirchnerismo e impulsaron la campaña de Mauricio Macri, sin decirlo abiertamente como lo hace la prensa en Estados Unidos. Ese respaldo fue fundamental para Macri, pero recordemos que en 2011 Cristina Fernández de Kirchner ganó la reelección de una manera contundente, pese a que ya arrastraba una pelea de cuatro años con el multimedios más importante del país. Pese a la información negativa y a las operaciones políticas en contra del kirchnerismo, los ciudadanos siguieron apostando en ese momento por la ex presidenta, lo que demuestra que las construcciones mediáticas son importantes, pero no definitivas.

-Si antes los periodistas se formaban en las redacciones, ahora se forman también en espacios académicos, talleres, etc. ¿Comparte este análisis? ¿Qué se gana y qué se pierde en esta situación?
-Se gana mucho y no se pierde nada. La actualización en el oficio es fundamental. Hay que leer, saber qué se publica en otros medios, en otros países, qué están haciendo otros colegas. Aceptar que no sabemos todo, estar abiertos. Conocer los medios alternativos, su financiamiento, las propuestas de periodismo de investigación o narrativo que recorren América Latina. El contacto con otros colegas en talleres enriquece y mejora el trabajo propio. Da aire, porque no olvidemos que las redacciones pueden ser asfixiantes.

-¿Cuáles son los desafíos de quienes decidan hacer del periodismo una profesión?
-El desafío primario, siempre, será estar preparados para contar una buena historia. Hay que leer literatura y periodismo todo el tiempo. Muchas veces es lo mismo.

Cecilia González, corresponsal mexicana en Argentina desde 2002, autora de Narcosur (Marea) y Todo lo que necesitás saber sobre el narcotráfico (Paidós).

Foto: Rafael Gallino

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