Fotografía. Obras basadas en escenas oníricas copan la Fundación Tomás Eloy Martínez.

En una de las paredes, los personajes de las fotografías son reconocibles: veraneantes sencillos, en la playa, en actitud relajada. En la pared de enfrente, los seres retratados se vuelven difusos, como si no fuesen humanos, como si viniesen de otro planeta. Pero el escenario es el mismo: la playa, la arena, el mar. El escenario es Mar de Ajó, donde Nicolás Trombetta vivió buena parte de su vida, en el hotel que fundaron sus abuelos en los años 50. Y es el lugar que elige para contar estas historias donde la realidad se confunde con la ficción. Aquí lo documental parece siempre encerrar un misterio y lo imaginado se puede transformar en una visión tan posible como inquietante.

Si Trombetta nos hace cuestionar nuestra propia percepción de la realidad, en parte es porque trata a los personajes de sus fotos como si fuesen de una misma especie. Los observa pero no los juzga. En todo caso los emparenta desde lo más primitivo del ser, los ve a todos como animales, como hijos directos de la tierra y el mar. Y entonces puede ser tan palpable una imagen ficticia (un hombre-alga que emerge de las aguas), como imprecisa una postal verdadera (una señora y un señor que reposan en la arena como ballenas encalladas).

Todas las fotos tienen otro rasgo en común: ninguno de los retratados mira a la cámara. Como si no tuvieran registro de que están siendo fotografiados. Este desajuste se hace más notorio en la única composición grupal de la muestra: se trata de una toma algo lejana, desde la playa, de un balneario. En la misma escena se pueden contar 17 personas y un perro. Pero cada uno está en su mundo: uno se está sacando la remera, otro señala hacia el mar, otros dos buscan un lugar donde instalar sus reposeras. Una mujer en bikini, en el medio del cuadro, parece enfocarse hacia la cámara. Pero si uno se acerca podrá ver que no, que en realidad está mirando de reojo al que se saca la remera. Así de insensibles presenta Trombetta a estos veraneantes, como si todos fueran “visitantes” de paso, en esta tierra.

El artista también explora, como dice Fabián Casas en el texto de la muestra, “la retórica de una zona que muchos conocemos hasta la exasperación: los lugares de veraneo, el mar, la costa”. Y en este paisaje tienen lugar tanto los sueños como las pesadillas. Son imágenes que podemos identificar: una niña corriendo en la playa, una calesita, la fachada de un hotel. Sin embargo, las envuelve un halo de bruma marina que las transforma en visiones poéticas, oníricas. Algunas parecen surgidas de una película de David Lynch, donde la calma aparente resulta por momentos agobiante. En ese tono, Trombetta se permite cierta nostalgia o intimidad cuando retrata escenas en el hotel familiar, como si fueran parte imborrable de su biografía. Y también incluye en esta muestra un autorretrato, de la serie “Lugar Habitante” (2003).

Este es el juego que propone Trombetta con estas fotografías. Un juego literario, en cierta medida, que invita a que el espectador elabore una ficción o varias, sobre cada una de las imágenes. La muestra se llama  El mar en Boedo  y es la primera que se presenta en el nuevo espacio de la Fundación Tomás Eloy Martínez. La idea fue de Gonzalo Martínez, hijo del escritor y curador de la exposición, quien decidió crear un lugar dedicado a la fotografía como una forma de continuar la pasión de su padre por “aquellas expresiones artísticas que se producen entre la realidad y la ficción”. Ya hay otras tres muestras pautadas para 2015 y la actividad en la Fundación no se detiene. Actualmente se realizan ciclos de poesía y se organizan talleres de literatura que incluyen seminarios de novela, cuento y crónica periodística. Y para el año que viene prometen mucho más. Enhorabuena, entonces.

FICHA
Nicolás Trombetta
El mar en Boedo
Lugar: Espacio Fund. TEM , Carlos Calvo 4319
Fecha: hasta el 1° de diciembre
Horario: lunes a viernes de 15 a 20
Entrada: gratis

Por: Diego Jara

Medio: Ñ

Fecha: 11 de noviembre de 2014

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