En una solitaria lápida del Parque Memorial de Pilar dice escuetamente: “Tomas Eloy Martínez, 1934-2010. Nos pasamos la vida buscando algo que ya hemos encontrado”. El epitafio responde a la última voluntad del escritor, que dejó al respecto instrucciones muy precisas en una carta destinada a sus hijos. La frase, que no elude la filosofía, puede encontrarse en distintos libros de Tomás, tiene muchas lecturas, y me parece adecuada para este réquiem por adncultura, el suplemento que él ayudó a crear hace ocho años, cuando algunos amigos lo convencimos de abandonar su cómoda casa en Nueva Jersey y regresar a Buenos Aires y a las redacciones activas. Buscando una síntesis para los nuevos lectores de este diario, hicimos entonces muchos ensayos, discutimos con vehemencia, nos enojamos, nos reconciliamos y volvimos a empezar. A último momento, Tomás declinó dirigirlo y me obligó a ocupar ese sitial, pero su espíritu y su prosa rondaron la génesis de aquel proyecto heroico.

Cuando me encomendaron esta despedida, pensé mucho en Tomás y en su epitafio. “Nos pasamos la vida buscando algo que ya hemos encontrado.” Su cita no sólo habla de la común ansiedad humana para alcanzar nuestros anhelos y la irónica ceguera que a veces nos ataca cuando debemos reconocer que finalmente los hemos cumplido, sino que también derrama de alguna manera ese concepto sobre la praxis periodística, que jamás puede cristalizarse y que en los tiempos actuales está exigida más que nunca a la paradoja de mutar continuamente de formatos para ser siempre fiel a sí misma y conformar a las nuevas audiencias. Cuántas veces he de morir para ser siempre yo, cantaba García. Algo de eso hay en esta operación: adncultura culmina aquí ocho años intensos y fascinantes, pero no muere; su espíritu se reencarna en el suplemento dominical Ideas, que aparecerá por primera vez este domingo. Haber fundado este emprendimiento, que hizo historia, y haber sido acompañado y sucedido por algunos de los periodistas culturales más importantes del país es uno de esos raros privilegios que muy de vez en cuando les regalan los grandes diarios a sus modestos editores.

La publicación experimentó a lo largo de su existencia al menos dos etapas: comenzó siendo una revista cultural de límites deliberadamente imprecisos que salía todos los sábados y terminó siendo un suplemento netamente consagrado a la literatura, el pensamiento y el arte, como lo requerían los lectores más calificados en los estudios de opinión. Hemos aprendido muchas cosas en el camino. La más importante tal vez haya sido el hecho de que en la era de Internet un suplemento dedicado a la cultura no puede ofrecer sino la crema de la crema: la firma diferencial, la entrevista inalcanzable, el anticipo exclusivo, la visión única. Todo lo demás es sopa de letras y hojarascas que se lleva el viento y que finalmente cualquiera puede encontrar en Google. Es por eso que la colección completa de ?adncultura resulta una antología impresionante de textos en primera persona firmados por escritores portentosos de todo el planeta y conversaciones inolvidables con figuras que ya son leyendas de la narración, el pensamiento y las artes plásticas.

Todo esto no fue sino una fenomenal apuesta por la lectura en una civilización progresivamente visual que a veces se presenta crepuscular en su relación con los libros. El escritor y académico Arturo Pérez-Reverte, que compara ese mundo naufragado con el Titanic y a los periodistas culturales con su orquesta, lo ha dicho con una elocuencia escalofriante: “En tiempos como los de ahora, la existencia de los que no se resignan y siguen dispuestos a contarle a la gente la historia de los libros que se publican, las exposiciones que se inauguran y la música que es posible escuchar me parece más necesaria que nunca”. Y después agregó: “El mundo para el que muchos de nosotros fuimos educados hace medio siglo ya no existe. Y los suplementos culturales son la música de la orquesta que suena, no para adormecer conciencias, sino como compañía y alivio de muchos. Como último bastión. Como analgésico que no quita la causa irremediable del dolor, pero la alivia”.

Es por eso que adncultura, en su actual versión, en las nuevas páginas dominicales de Ideas, o en cualquier otro cuerpo editorial que deba ocupar en el futuro, será para nosotros siempre eso: un espíritu de resistencia, un ritual gozoso, una pasión exitosamente compartida con sus lúcidos lectores.

Por: Jorge Fernández Díaz

Medio: La Nación

Fecha: 03 de julio de 2015

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