En el cierre de la 37º edición de la Feria del Libro, los periodistas Juan Pablo Meneses, Cristian Alarcón y Josefina Licitra, se sentaron a discutir sobre la crónica en un debate coordinado por la Revista Ñ, titulado Vivir para contarlo: aventuras y desventuras de la crónica periodística. Después de la actividad, los periodistas hablaron con la Fundación TEM sobre el género que los hermana: la crónica periodística.
Los tres escritores transitan la crónica por diversos lugares. El chileno Juan Pablo Meneses (La vida de una vaca, Hotel España) bucea por el texto periodístico como lo hace por la vida y su escuela móvil de periodismo portátil: creando un espacio fértil para el nomadismo; Josefina Licitra (Los imprudentes) aborda la cuestión de la sexualidad en los jóvenes y en la fragilidad con la que arrastran al salir al mundo; Cristian Alarcón (Cuando me muero quiero que me toquen cumbia, Si me querés, quereme transa) relata la historia de los bajos fondos, como una suerte de Dziga Vertov del periodismo narrativo. Los tres, sin embargo, apuntan a contar historias de largo aliento, de tensiones y de costumbres.
Luego de finalizar el debate, Juan Pablo Meneses le dijo a la Fundación TEM: “Lo que mejor me sale es dejarme llevar por mis intuiciones respecto de cuáles serán los personajes que van a tener la densidad, la profundidad o la disposición para poder resumir esas cosas que me interesan de las personas. Esas cosas que son las formas de llevar adelante vidas beligerantes, vidas exageradas, vidas que son laberínticas, espirales y complejas”.
Por otro lado, y siguiendo con la idea de cómo se construye el entramado de la crónica , Josefina Licitra explica: “La historia es la suma de varios discursos que, cuando se amalgaman entre sí, suponen una pérdida: uno está editando, de todo lo que le dijeron, algo que le parece lo medular, lo importante para la historia que se quiere contar”.
Meneses, con su prosa nómada, se convierte en un cronista distintivo y distante. Afirma: “Soy de los autores que piensan que uno tiene que salir del mundo para mirarlo y contarlo, a diferencia de otros que quieren meterse ahí y ser los organizadores de la fiesta. La mirada tiene que ser extranjera y no ser parte”.
Otra de las cuestiones planteados a los tres cronistas fue el hecho de si el género del cual se ocupan goza de vitalidad y buena salud o si pertenece a un pasado dorado de la historia del periodismo. Al respecto, Cristian Alarcón, quien se ha dedicado en los últimos años a formar nuevos cronistas a través de sus talleres, resume el debate con una postura muy clara: “un cronista es alguien que tiene que escribir historias, nada más. No tiene una misión: las misiones son para los sociólogos de Naciones Unidas, nosotros tenemos que escribir historias que sean leídas, devoradas, por otros”. Y en la medida que eso se produzca, agrega después, el género seguirá vigente.
Tomás Eloy Martínez y los cronistas
Los tres periodistas tuvieron la posibilidad de conocer a Tomás Eloy Martínez y esto nos dijeron sobre su relación con él:
Josefina Licitra: Aprendí mucho más sobre el peronismo con La novela de Perón y Santa Evita que con cualquier otro libro de historia. No es demagogia, pero pude entender al peronismo con esos dos libros. Lo que siempre me gustó de Tomás Eloy Martínez es que llamó ficción y novelas a esas obras que estaban llenas de información. Sus libros me han marcado mucho y me siguen marcando.
Juan Pablo Meneses: Lo que rescato de él era que estaba muy atento a los periodistas nuevos. Eso lo viví en carne propia, porque cuando me presentaron a mí como relator de uno de sus talleres de crónica, él ya había leído Equipaje de mano, uno de mis libros. Sus palabras me motivaron mucho para seguir, porque que una figura como Tomás Eloy Martínez elogie tus libros, es muy importante.
Cristian Alarcón: Él abría la puerta de tal manera que cualquiera entraba a sus mundos como uno más. Era de una generosidad extraordinaria. Recuerdo que le gustaban mucho los chismes y los pequeños escándalos que yo protagonizaba en mis incursiones al carnaval de Barranquilla. Después, todo eso lo convertía en relatos fantásticos que circulaban bastante. Tenía un interés malsano por la vida de los demás que lo hacía todavía más divino.