En el año 2000, Tomás Eloy Martínez publicó la antología Ficciones verdaderas. Como explica en el prólogo, se trata de reescrituras de hechos de la realidad con la firma de grandes escritores, como Carpentier, García Márquez o Melville.A través de un minucioso trabajo de investigación (con el cual colaboró Jennifer French) allí se despliegan las obras literarias sí, pero también los documentos que les dieron origen. A treinta años del fallecimiento de Borges -a quien TEM admiraba- reproducimos aquí el texto introductorio a “El impostor inverosímil Tom Castro”, incluido en el libro. En ese relato, el autor de El Aleph indaga un caso fascinante de usurpación de personalidad en Londres citado por la Enciclopedia Británica en su edición de 1911. 

Jorge Luis Borges declaró más de una vez las fuentes de sus relatos, y se arriesgó a explicar, en el prólogo de El informe de Brodie, que casi todos sus cuentos eran realistas. La frase es una boutade, por supuesto, pero indica algo en lo que Borges siempre insistió: cada una de sus ideas narrativa tiene una referencia en la literatura o en hechos reales, un origen que su escritura corrige y perfecciona. En un útil ensayo de 1993, Out of context, Daniel Balderston disuelve con una lujosa artillería de citas el prejuicio de que Borges era un escritor desasido de la política y de la historia, sumido en un universo irreal en el que todos somos sombras. Los siete cuentos que estudia Balderston, desde “Pierre Menard, autor del Quijote” hasta “Guayaquil”, permiten observar la misteriosa destilación de ciertas frecuentes lecturas de Borges – Gibbon o Conrad, por ejemplo– sobre su prodigiosa imaginación.
Las referencias reales son nítidas en cuentos como “Emma Zunz”, “La intrusa”, “El evangelio según Marcos”, “Historia del guerrero y la cautiva”. Más interesantes son aún las operaciones de reescritura de algunos textos como “El fin” o los relatos de Historia universal de la infamia, que eligen un fragmento de la cultura y lo rehacen, enriqueciendo sus sentidos.
He preferido “El impostor inverosímil Tom Castro”, uno de los capítulos de este libro de 1935, porque refleja como pocos la irreverencia con que Borges reescribía un texto ajeno y le confería otra vida.
“El impostor” es la versión borgiana de “The Tichborne Claimant”, artículo de la edición 1911 de la Encyclopædia Britannica. El artículo, firmado con las iniciales T.Se. –que corresponden a Thomas Seccombe, un profesor asistente de East London and Birkbeck Colleges–, refiere la estafa que Arthur Orton o Tom Castro, el casi iletrado y torpe hijo de un carnicero del arrabal de Londres, consumó contra la baronesa Tichborne, haciéndole creer que era su hijo desaparecido trece años antes en un naufragio.
Cuando Borges escribió su relato para la “Revista Multicolor” que el diario Crítica incluía en las ediciones de los sábados –allí se publicó el 30 de setiembre de 1933–, no eran tan frecuentes los casos de usurpación de personalidad: aún no habían aparecido las falsas Anastasias ni los falsos hijos de Perón y de Evita. Lo que suscitó el interés de Borges en la historia de Tom Castro no fue el esfuerzo de alguien por ser otro, sino dos elementos más sutiles: por un lado, el hecho de que Castro no se parecía en nada al desaparecido lord Tichborne; por otro, la astucia con que un sirviente negro, Bogle, trama la sustitución. Borges lo dice con mayor eficacia: “Tom Castro era el fantasma de Tichborne, pero un pobre fantasma habitado por el genio de Bogle”.
El artículo de la Britannica se detiene en los antecedentes nobiliarios del náufrago y en el juicio que desacredita a Tom Castro. Borges prefiere narrar las barrocas maniobras de Bogle para imponer a su amo y discípulo. En el artículo, Bogle es apenas una pieza más de la conjura. En el relato de Historia universal de la infamia, es el genio que manipula toda la intriga y burla a los aristócratas ingleses. La figura de Bogle es una invención de Borges, desde su nombre –Ebenezer– hasta su tenaz presentimiento de que morirá atropellado por un carruaje. La seductora idea del sirviente que rige el destino del amo se adelanta también a las invenciones de Harold Pinter y a las realidades de José López Rega.
Son numerosas las modificaciones sin explicación aparente que Borges impone al texto de la Britannica. Casi toda la cronología está desplazada, desde la fecha de nacimiento de Orton y el año en que aparece en Australia hasta la fecha de la muerte de lady Tichborne. El barco del naufragio tampoco se llama igual ni el proceso dura el mismo número de días. Acaso el único sentido de esas mudanzas haya sido insinuar al lector que, como toda reescritura de la realidad, la versión borgiana de Tom Castro era una fábula.
Tanto el artículo de 1933 como el relato de Borges se reproducen en su totalidad.

(Foto: Gonzalo Martínez / Caracas-1979)

El texto y la foto son propiedad de Archivo Fundación TEM.

One thought on “Borges y Tomás Eloy Martínez: un diálogo literario para hacer tangible lo real

  1. Sin importar que modifique fechas, J. L. Borges escribió la historia de manera increíble con un enriquecimiento que hace pensar que es la verdad. El estudio de T. Eloy Martínez es fabuloso.

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