El pasado 6 de mayo, durante la Feria del Libro de Buenos Aires, la Fundación Tomás Eloy Martínez y la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano organizaron una charla sobre Gabriel García Márquez periodista con Jaime Abello Banfi y María O’Donnell. Entre las anécdotas que se contaron, apareció la de El Otro, un periódico que García Márquez quiso fundar, y que tuvo entre sus primeras filas a su amigo Tomás Eloy Martínez.

En el año 1983, en plena ebullición de la organización de los pormenores para lanzar el diario, Martínez escribió una columna acerca del emprendimiento para El Nacional de Caracas y, sin saberlo, también uno de los primeros textos acerca de lo que sería la futura FNPI. La columna, sin embargo, es sobre todo un verdadero perfil de las pasiones de Gabriel García Márquez.

El diario de García Márquez

Pocas veces Gabriel García Márquez sintió de manera tan atroz la aflicción del postparto como la tarde en que puso fin a su Crónica de una muerte anunciada. Intentó escribir el primer párrafo de un cuento, para aventar la soledad del día siguiente, pero lo único que brotó sobre el papel fue el sonido de las palabras que estaba buscando en vano: “Paraván tan, trisimorón uvendo”. Para sosegarse, se dejó caer sobre las páginas del “Times Magazine”, pero estaban llenas de historias desalentadoras sobre Centroamérica. Añoró entonces la velocidad de los días en que andaba corriendo detrás de las noticias, y la maravillosa sensación de estar quemándose y resucitando en cada movimiento de la realidad, siempre con las manos ocupadas y el corazón en estado de alerta. Durante los veinte años en que había sido periodista, se desplazaba alrededor de los hechos como un cazador: en silencio, tratando de alcanzarlos en la pura desnudez de las entrañas. Ahora estaba condenado a los terribles desconciertos de la imaginación que sólo puede gobernarse con palabras largamente talladas: “Paraván tan, trisimorón uvendo”.

Fue entonces cuando se le ocurrió fundar un periódico que lo redimiera de su matrimonio con la literatura. Y se puso a trabajar en el proyecto como un verdadero empresario, enredándose entre flujos de caja, estudios de factibilidad y cronogramas aterradores, que se iban desplazando al compás de una realidad más incomprensible que los sueños.

Pronto descubrió que cuando por fin naciera el diario de García Márquez, se le iría en él la vida por completo. Que debía amanecer en la redacción con la sola compañía de una tostada de jamón y un café descafeinado y anochecer junto a las rotativas leyendo los manuscritos de los reporteros o depositando la mariposa de un adjetivo en los rincones de una cuartilla escrita por otro. Si ya bastante trabajo le daban las propias palabras, ¿qué fuerza tendría para lidiar con las ajenas?

Convocó entonces a un grupo de viejos amigos para que lo ayudaran en la empresa, o más bien, para que le aliviaran la trampa en la que se había metido. Les mostró los millares de cartas que le escribían desde todas partes los periodistas jóvenes que aguardaban aprender el oficio por segunda vez, pero a su lado.

Y les confió que cuando soñaba una noche con la trepidación de las rotativas, a la noche siguiente lo visitaban las criaturas de una novela de amor –cuya escritura venía postergando desde hacía meses- y en la que un viejo de 82 años se entregaba al frenesí de sexo interminable con su novia de 78. García Márquez tardó más en encontrar los nombres de esos dos personajes que el de su periódico. “El Otro”, anunció que se llamaría. Y a los amigos no les pareció mal que el título se pareciera tanto al de un cuento de Borges.

En esa batalla de amor entre el oficio de reportero y las lumbres de la novela (que García Márquez empezará a escribir en octubre), tengo toda la sensación de que vencerá la segunda. “El Otro” sería un don del cielo para Colombia, pero un don del infierno para cualquier creador que necesita de la soledad, el aislamiento y la paz que ningún periódico es capaz de brindar sobre esta tierra.

Pero García Márquez no quiere renunciar a su proyecto. Mientras espera más estudios de factibilidad y flujos de caja (lo cual es una manera de esperarse a sí mismo) , se ha entusiasmado con la idea de un taller abierto a los periodistas de toda América Latina, donde los jóvenes podrán ir formándose para la aventura de “El Otro” o desviándose, si quieren, hacia las aventuras que vayan asomando en sus propios caminos.

Puede que el diario no aparezca nunca. Pero no sería un mal trueque que de esas ceniza aún vivas brotaran otros cien años de soledad.

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