
Compartimos aquí las relatorías del Taller que coordina Martín Caparrós en Oaxaca, en México, como iniciativa conjunta entre FTEM, FNPI y Feria del Libro de Oaxaca. Estos textos están escritos por la cronista y documentalista Daniela Rea. En representación de Fundación TEM participa Gonzalo Martínez. Además, recorré la galería de fotos de Jorge Luis Plata.
DÍA 1 “Encontrar el alma de la historia para escribir un libro periodístico”
“Hay pocas cosas más solitarias que escribir un libro”, dijo Martín Caparrós al inaugurar el cuarto Taller de Libros Periodísticos, que organizan la FNPI- Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano y la Fundación Tomás Eloy Martínez, en la ciudad de Oaxaca.
“Siempre pensé que encontrarse con unas guías, con otros que pelean contra esa soledad, es un lujo”. Es por eso que nueve periodistas están reunidos en la mesa mientras afuera tiene lugar la Feria Internacional de Libro de Oaxaca, también convocante de este encuentro.
Llegaron desde Nicaragua (Fabián Medina), Perú (Joseph Zárate), Colombia (Lizeth León), Ecuador (Mónica Almeida y Ana Karina López), Venezuela (Valentina Oropeza), España (Marta Arias), Estados Unidos (Maye Primera) y, por supuesto, México (Temoris Grecko); con temas tan diversos como las historias de dictadores latinoamericanos, de personas comunes que defienden la tierra porque los verdaderos conflictos no ocurren “allá afuera”, sino en el alma; llegaron para hablar del cuerpo, de cómo se vive el cáncer sin medicamentos o cómo se trae la vida al mundo; llegaron para hablar de algo gremial como el asesinato de periodistas o algo tan personal como el asesinato de un hermano.
Las condiciones que da Martín Caparrós para arrancar este taller de disección de libros son pocas y claras: este es un espacio horizontal, hay que ser políticamente incorrectos –si no, no vale la pena estar aquí-, y decir a sus compañeros qué necesidades tiene cada autor sobre su proyecto.
O, mejor dicho, a sus cómplices. Porque si, parafraseando a Martín, el libro es un espacio donde se refugia parte de lo mejor del periodismo, este taller se ha convertido en ese refugio donde se comparte una apuesta personal y política. Sobre esta mesa están puestas las 139 páginas de los adelantos de cada proyecto, eso en lo que nueve periodistas creen.
Primera apuesta: ¿para qué contar historias de periodistas asesinados?
Témoris Grecko quiere que el mundo conozca a los periodistas mexicanos asesinados y para ello ha recorrido la geografía del país y ha recolectado sus historias.
Parece obvio, pero no siempre está claro en los proyectos de libros. Para arrancar, el autor debe tener claro qué historia quiere contar. Caparrós lo plantea así: ¿cuál es la pregunta para cuya respuesta vale la pena hacer un libro? Hay que pensar un libro en función de esa interrogante -que funciona como eje- y organizar el libro para responderla. En palabras del cineasta Wim Wenders sería encontrar y confiar en el alma de la película, volver a ella cuando se pierda el puerto. Volver cada que sea necesario.
Otra de las lecciones que se pusieron en la mesa fue el llamado efecto potosí: la posibilidad de complejizar los retratos de las víctimas o de los protagonistas de las historias y no transformarlas en imágenes inmaculadas. Eso los hace más verdaderos, los llena, les da volumen y le permite al lector creer en esos personajes. (Martín le llamó así en un guiño al periodista Ander Izagirre, autor del libro Potosí y participante de la primera generación de este taller; en ese libro, Izagirre relata la vida en las minas, cuenta historias de gente muy puteada y no deja de mostrar sus contradicciones; por ejemplo, uno de los protagonistas explotado en las minas, golpeaba a su mujer en casa).
Uno de los problemas más comunes a la hora de plantear un libro es la sobreabundancia de pequeños relatos. Caparrós sugirió a los participantes aprender a discriminar y creer en esa historia que quieren contar y no soltarla, desarrollarla. A veces, para incorporar relatos satélites, se pueden ayudar de trucos como el que utilizó Roberto Bolaño en la novela 2666 al incluir en pequeños párrafos, como disparos, crímenes de las mujeres en Juárez. La novela gana tensión y da sentido a la historia.
La primera jornada cerró con la visita sorpresa de Elena Poniatowska vestida en un traje típico mexicano color blanco y un rebozo rojo que le regaló una maestra sindicalizada. Blanco y rojo, como los colores de Polonia, como el apellido de la escritora.
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DÍA 2: Cómo armar la estructura de un libro periodístico: ideas del taller con Martín Caparrós
Sobre la mesa de esta segunda sesión del Taller de Libros Periodísticos se diseccionaron relatos de mujeres: una campesina que defiende su tierra de una poderosa minera y una alcaldesa que gobierna una villa afortunada en el ruinoso Haití.
Detrás de ellas hay un montón de anécdotas, conceptos, ideas, fechas, experiencias, momentos, datos y motivaciones personales que Joseph Zárate y Maye Primera, los autores de esta jornada, quieren contar.
La pregunta que pusieron sobre la mesa es compartida por varios de los participantes: ¿cómo hilar sus relatos para que sean un concepto, para que tengan armonía dentro del libro? Una duda que implica la estructura y también la idea que aguarda tras los telones.
Los cómplices dieron algunas pistas: darle a cada historia que se cuenta una parte de ese todo que se quiere sea el libro; ubicarla en un momento histórico; o conectar las distintas historias de personas con capítulos intermedios que describan procesos más generales o universales y trabajar como una cámara que hace zoom in y zoom out. A veces, ese hilar es más simple, que no necesariamente más fácil, como un arco de tiempo en el que se cuenta la evolución de los personajes. Parece que las preguntas ¿cómo hilar los relatos? ¿cómo definir la estructura de un libro? estarán presentes a lo largo de la semana.
Se discutió también la pertinencia de incluir o anclar el libro a la experiencia personal. Había, entre los cómplices, quien pensaba que tener un vínculo daba autoridad para contar la historia y servía al autor para explicar quién mira y desde dónde lo hace; había quien consideraba que esa experiencia o vínculo personal podía funcionar como hilo conductor que articula las historias. Otros, de plano, opinaban eliminarlo: “todos venimos de algo, todos tenemos traumas, unos resueltos, otros no, pero esos no tienen por qué importarle al lector”. Caparrós intervino: “no siempre tenemos que justificarnos para escribir de algo”. Uno puede escribir de lo que quiera, pero hacerlo bien.
Caparrós dijo una de las frases que han sido constantes en sus talleres: “no es lo mismo escribir en primera persona, que escribir sobre la primera persona”. “Hay narradores que se ponen ahí y no te dejan ver. Y tú como lector sólo dices vete, vete, vete”. Caparrós defendió el uso de la primera persona como una decisión política contra la falacia fundacional de quien presume contar LA verdad, LA realidad. Y recomendó a los participantes detenerse a pensar quién narra la historia, separarse del automatismo de que quien narra es uno mismo como escritor, pues el narrador es una construcción.
Sacar del mármol lo que sobra
“El gran criterio de belleza de un texto es que no haya palabras que podrían no estar, que cada palabra se gane su presencia a pulso, que uno tenga la sensación de que cada palabra es indispensable. Eso hace para mí que un texto sea realmente bello”, dijo Martín Caparrós.
Y pidió revisar con atención la primera frase del texto de Joseph Zárate (una primera versión de este texto ganó el Premio Ortega y Gasset):
Salvo las ollas de acero inoxidable en las que cocina y el diente postizo de platino que luce cuando sonríe, Máxima Acuña Atalaya no tiene otro objeto de metal que sea valioso.
“Estamos hablados y escritos por el lenguaje, el lenguaje ya viene armado. Hay que examinarlo. Les sugiero muy intensamente que sometan a examen cada palabra”, dijo. Después de un repaso grupal, la frase quedó así:
Salvo las ollas de acero inoxidable y el diente de platino, Máxima Acuña Atalaya no tiene otro objeto de metal valioso.
Si Miguel Ángel definió esculpir como sacarle al mármol todo lo que le sobra, Caparrós define escribir como sacarle al texto todo lo que le sobra.
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DÍA 3: Nombrar, describir, decidir: tres verbos necesarios al escribir un libro periodístico
El cuerpo que pare, que nace; el cuerpo enfermo, que muere. En la mesa Marta Arias, de España, y Valentina Oropeza, de Venezuela, presentan sus proyectos al taller. Una se propone contar las historias de parteras y mujeres que quieren parir en casa alrededor del mundo; otra quiere contar cómo es vivir con cáncer.
Los proyectos de la tercera sesión del Taller de Libros Periodísticos que reúne a nueve periodistas bajo la guía de Martín Caparrós en Oaxaca sirven de pretexto para revisar varios procesos que suelen pasarse por alto al momento de escribir.
Nombrar. Escribimos un libro porque queremos decir cosas. Y para decirlas hay que nombrarlas. Parece obvio, pero no siempre lo hacemos. Se trabaja con ejemplos simples. ¿Por qué sólo decir música, si se puede decir cumbia o vals? ¿Por qué hablar de un remedio, si se puede explicar que es una mezcla de hierbas o bichos? La ricura del relato que se escucha en la mesa cuando las autoras cuentan su idea no está en el papel. Y en la mesa, los lectores del proyecto lo reclaman. Los compañeros ponen varios ejemplos en los que el texto puede ganar más entidad al nombrarlo y Caparrós redondea: hay palabras generales que nombran menos de lo que pueden decir y hay palabras particulares que dicen más de lo que nombraría una general.
Describir. A veces el autor está tan familiarizado con el texto que da por hecho cosas y le quita al lector la posibilidad de conocerlas. Se habla de cuerpos, pero no se ve la sangre, el sudor, el músculo, el esfuerzo. Se habla de acciones, pero no hay emociones. Se registra, pero no se describe.
Aquí vale traer algo que Martín Caparrós propuso al grupo una sesión anterior: como ejercicio, ir a cualquier rincón de cualquier lugar con una pluma y una libreta y contarlo. “Les propongo en serio hacer eso, describir espacios, personas”, porque describir cambia totalmente la relación con lo que uno está leyendo. Y lamentó un poco que la escritura contemporánea ha dejado de lado la descripción.
Los participantes piden a las autoras contar, describir, narrar en sus textos eso que vieron en el proceso de reporteo, los momentos en que sus protagonistas sufrieron, sintieron frustración, dolor, rabia. Abrir los textos, darles aire, espacio para que los personajes hagan lo que deben hacer.
Pero con matices. Cuidarse y estar alerta de la sobre interpretación de los hechos o la sensibilización y mejor apostar a lo sobrio, recomienda Caparrós. “Cuando uno cuenta cosas terribles lo mejor es contarlas con contención, austeridad. Hay que tener mucho cuidado con la expansión sentimental porque luego pueden ser contraproducentes, caes en la cursilería, en la sobreactuación”.
Decidir. Los dilemas éticos fueron explícitos apenas en esta sesión. ¿Hasta dónde me involucro en una historia? ¿Publico o no algo que puede dañar a una persona –se trata de alguien común, no de un político con poder-? ¿Debe el trabajo periodístico aportar algo más que una historia, es decir, dar soluciones? Los cómplices opinan: nuestro trabajo es registrar, mostrar, complejizar, no resolver el problema; sobre el personaje que puede resultar dañado por la salida del libro alguien propone publicarlo en el anonimato, otros opinan no exponerlo de manera pública, pero sí entre los actores de la historia. Que arreglen cuentas en la vida real, pues. Las ideas siguen y al final queda el consenso que cada uno de estos dilemas debe resolverse como único, no hay casos ni respuestas generales.
En la sesión anterior se habló de cómo en ocasiones la primera persona impuesta puede estorbar más que ayudar al lector. Esta tarde, por la condición de testigo de una de las autoras, los compañeros recomiendan usar la primera persona, describir las dificultades para acceder a cierta información son ya un reflejo del escenario en el que sucede la historia.
Una duda más: ¿Y si quiero que una escena la cuente uno de los protagonistas en primera persona? ¿sería raro? ¿le daría relieve al texto? Es importante, dice Caparrós, mantener la continuidad del narrador a lo largo del texto, entonces hay algunas opciones: o armas un mecanismo que con cierta regularidad entre una voz que no es la narradora o creas una escena donde la protagonista cuente esa anécdota.
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DÍA 4: La sesión de los poderosos en el Taller de libros periodísticos
Esta es la sesión de los poderosos. Se bautiza así porque Ana Karina López y Mónica Almeida, de Ecuador, y Fabián Medina, de Nicaragua, traen a diseccionar las historias de Rafael Correa y Daniel Ortega.
Así fue el cuarto día del Taller de libros periodísticos que dirige Martín Caparrós y que organizan la FNPI- Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano y la Fundación Tomás Eloy Martínez como parte de la Feria del Libro de Oaxaca.
Martín Caparrós abre la mesa.
La crónica muestra lo que muchas veces se esconde, dice. La idea de definir qué es noticia tiene alguna cuota de poder, pues define también una forma de ver el mundo. Lo que importa es lo que les pasa a ciertas personas, ciertas personas es lo que importa. Legitima esa forma de concepción de la sociedad.
La mirada es política. Importa mirar a las víctimas de ese uso del poder, por ejemplo, que ha sido la constante de los proyectos presentados hasta ahora: víctimas del despojo, víctimas de asesinatos, víctimas de la impunidad, de la corrupción, víctimas de la violencia en sus múltiples formas.
Pero, también es cierto, esa decisión de mirar a las víctimas del poder nos ha hecho olvidar contar a quienes tienen poder. Y también porque suele ser más complicado, a veces es más fácil correr detrás de las historias de periodistas asesinados, que del asesino; detrás de personas enfermas, que de un ministro de salud. Por eso es que la sesión de hoy es particular.
¿Cómo la historia de un poderoso nos dice algo del país que gobierna? ¿Cómo hacer que esa historia tan local le importe al resto de América Latina? ¿Cómo retratar al hombre más fuerte de una nación? ¿Cómo dejar un registro histórico de un país a través de un protagonista?
No hay una respuesta única, pero los cómplices lanzan sobre la mesa algunas propuestas para los autores: el hombre transformado por el poder, la democracia que se come a la democracia, un sistema político es el producto del recorrido de una persona. Vida y obra.
Algunos apuntes sobre la escritura y el ritmo
Lo último que debe ser un texto es parecer laborioso. La primera meta de cualquier esfuerzo, dice Caparrós, es que no se vea. En el caso del texto, se trata de que fluya, que sea simple, claro. No queremos complicar lo simple. Para hacer que un texto fluya, tenga fuerza y, sobre todo, se lea, van algunos apuntes:
- Ojo con los adjetivos antepuestos (el emblemático colegio, la sinuosa calle). “La belleza no sirve si es para complicar”, dice Martín Caparrós y toma como ejemplo el jarrón “nacokitsch” en mexicano, el adjetivo antepuesto es un signo de la supuesta belleza. Y ojo, los adjetivos son como cocaína, un pase te pone en órbita, pero si no paras, necesitarás más y más para dar algún efecto. Todo lo que se pueda poner en escena, lo que se pueda mostrar, hacerlo, recomienda Caparrós. Ese es uno de los sentidos de la crónica, poner en escena cosas que en un texto clásico solo se refieren, o se adjetivan.
- Ojo con el libertinaje. Cuando uno empieza a escribir en un tiempo, debe sostenerlo a lo largo del tiempo. El pasado suele ser el más creíble, sostenible, confiable. Antes de enviar al editor, hay que planchar los tiempos, por ejemplo, una frase: me dijo que piensa en mí, me dijo que pensaba en mí.
- Ojo con las comas. No hay nada más letal para esa relación entre el sujeto y el verbo que intercalarles una coma. “Son la segunda causa de muerte de accidente laboral periodístico”, bromea Caparrós. Las comas, nos recuerda, no sirven para respirar, sino para dar a una frase su estructura. Es un signo que organiza el sentido de una oración.
- Ojo con las frases que usamos para empezar a escribir: mientras tanto, así las cosas.
(Consulta esta columna de Caparrós para conocer otros apuntes sobre el tema)
El ritmo
Escribir también es encontrar el ritmo de un texto. Tomen nota. Martín Caparrós habla de dos niveles de ritmo: el de la prosa y el del relato.
Iniciamos con el segundo. Para explicarlo, usa la figura cinematográfica del plano. “El ritmo está dado por el cambio de planos”, dice. Un primer plano, de pronto un plano general para contar el contexto o el pasado, luego volver al primer plano y detallar al personaje.
Sobre el ritmo de la prosa, Caparrós explica que las palabras son unidades de sentido y su sucesión son unidades de sonido. “Nada es más triste que un texto bien estructurado, sustentado, que suena mal, que no encontró su música”.
Caparrós recita de memoria el primer párrafo de Cien años de soledad. El grupo se detiene en las frases de endecasílabos. Se pronuncian en voz alta. Se escucha la música. Se juega con algunas frases. Hay momentos en que hay que acelerar el ritmo y usar frases más cortas, otros en los que debemos abrir la narración con frases largas.
“Tenemos la música en la cabeza, muchas veces no le prestamos atención y escribir es también encontrar esa música. Hay que leer en voz alta, escuchar cómo suena”, dice el maestro.
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DÍA 5: Cómo abordar la estructura de un libro
El Taller de libros periodísticos termina con una sesión particular. El trabajo de Lizeth León, que llegó desde Colombia, es un proyecto personalísimo. Su hermano murió en una extraña explosión en la primavera del 2016 acusado de ser miliciano y esto la empujó a una búsqueda para conocerlo.
Sobre la escritura, a diferencia de los otros proyectos, el de Lizeth tiene un camino azaroso. La misma búsqueda de la historia será la búsqueda de la escritura. “Aceptar que hay cosas que irán apareciendo. Hay cosas que sólo podrás saber en la medida que las vayas pensando y pensar en este caso es escribir”, dice Martín Caparrós.
Memoria, víctimas, ética, yo. Las palabras están puestas en la mesa alrededor de la cual se encuentran los nueve participantes, cada uno con el borrador de su libro. Esta es la última jornada del taller que tiene lugar en Oaxaca y que convocan la FNPI- Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, la Fundación Tomás Eloy Martínez y la Feria del Libro de Oaxaca.
Los cómplices comparten países donde la no verdad y la impunidad son constantes. Pero no solo eso, comparten –por el hecho de ser personas- una relación con el recuerdo, el olvido, el otro. A todos les inquieta la palabra memoria y todos tienen algo que decir.
Y esto es lo que se dice: lo más difícil no es la pérdida, sino el efecto de la criminalización, cómo se va chupando la memoria de alguien; el recuerdo se desvanece, hay que tratar de tomar esas cosas que se desvanecen; contar la historia de alguien a partir de su ausencia; un relato que no se base en la etiqueta de víctima porque ser víctima te pone cargas que no siempre quieres cargar; angelizar o criminalizar a las víctimas es anularlas de nueva cuenta, desaparecerlas por segunda vez; hablar sobre cómo se elabora la memoria, sobre cómo se intenta falsificar desde varias formas, la familia, la justicia, los medios. Uno mismo.
Este proyecto trae de nuevo a cuenta el tema del narrador. Los cómplices coinciden que debe ser en primera persona. “Este no es un libro del que puedas entrar y salir porque es tu hermano y siempre estás adentro”, dice el maestro. La honestidad no es contar “objetivamente” la historia, honestidad es decir “esta soy yo y estoy contando desde aquí”.
Varias y ninguna forma de resolver una estructura
A lo largo de la semana la inquietud por la estructura del libro estuvo presente. Cada libro es un mundo y debe ser pensado como tal. ¿Para definir la estructura de un libro haces un esqueleto que luego vas rellenando o más bien la escritura lo define? Le preguntan al maestro.
Caparrós sigue sin tener un modelo absolutamente claro de cómo encararlo, pero una certeza es la importancia de tener la pregunta que ese libro intentará responder (lee más sobre este tema aquí) porque se convertirá en el faro de esa travesía solitaria y difícil que es escribir un libro.
Como ejemplo, cuenta a la clase cómo trabajó la estructura del libro El Hambre. La primera idea fuerte fue hablar de las personas que la padecen, sin hace pornografía de la pobreza; para evitar ese riesgo fue importante comprender por qué se produce. “La comprensión hace que sea más difícil olvidar. Hacer análisis, datos, historias que refrenden esos análisis y datos y nuevos datos que expliquen esas historias. El trabajo era encontrar buen entramado entre historias y análisis”. La segunda idea fue encontrar los mecanismos que la producen. “Fue esa comprensión de qué necesitaba contar, los puntos que importaba poner en relación, acción, los que me hicieron entender la estructura”.
“Me armo un guion que voy modificando todo el tiempo. Un guion básico. Cada noche, después de trabajar, lo afino. Eso me permite saber un poco mejor qué es lo que falta”.
A su paso por el taller, cada proyecto encuentra una posible estructura. En un caso la que parece la mejor opción es que la historia de su propio país sea el eje, al que respondan historias de otros dos países; en otro, encontrar la estructura se trata de encontrar una buena excusa que permita ordenar capítulos, es decir, darle apariencia de necesidad al libro; otro proyecto puede contarse no de manera cronológica, sino empezando con dientes largos para darle dramatismo y hacerlo más universal; en otro más, se trata algo que parece simple: contar dos historias de manera paralela y cronológica, no pensar en el caos como la forma de una mejor escritura.
“Es muy difícil pensarse reglas sobre la estructura. El trabajo de un libro es un territorio sin mapa”, asegura el maestro.
A manera de epílogo
A continuación parafraseamos una invitación de Martín Caparrós para todos los que quieren, ya no hacer libros, sino escribir:
Nuevo Periodismo, esa corriente que tiene ya varios años de edad y que nos tiene hoy alrededor de esta mesa, nació con un objetivo: retomar formas narrativas de la literatura para contar la no ficción, formas como la novela negra, la novela social americana. Con el paso del tiempo, lo que asumimos como Nuevo Periodismo se redujo al resultado de esa búsqueda, no al mecanismo.
“Constato que no tenemos mucho esa voluntad de búsqueda. Lo que me interesa es la idea de búsqueda. Los espacios y las búsquedas son interminables. Encontrar, en el amplísimo campo de lo literario, formas de contar la no ficción”.
Así que la invitación de este taller es salir a buscar. Una forma puede salir mal, otra peor, alguna funciona. Pero salir, salir. Acercarse al cine, a la poesía, al ensayo, a los diarios, a la historieta, lo que aún no tiene nombre. Salir.
Buscar formas de contar.
Buscar la escritura propia.
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