En el Día del escritor, compartimos un texto inédito (y sin título) de Tomás Eloy Martínez.
El deseo secreto de todo novelista es crear una realidad que se parezca a sus obsesiones. La realidad es siempre insatisfactoria, y en el orden de los sueños o de los deseos cabe todo: el pasado y el futuro. Walter Benjamin ha expresado mejor que nadie esa ansiedad del novelista por ser otro, por estar en otros: “La novela no es significativa porque presenta un destino ajeno e instructivo”, afirma Benjamin en un ensayo ejemplar que se llama El narrador. “Es significativa porque ese destino ajeno, gracias a la fuerza de la llama que lo consume, nos transfiere el calor que jamás obtenemos de nuestro propio destino”. En las ficciones somos lo que soñamos y lo que hemos vivido, y a veces somos también lo que no nos hemos atrevido a soñar y no nos hemos atrevido a vivir. Las ficciones son nuestra rebelión, el emblema de nuestro coraje, la esperanza en un mundo que puede ser creado por segunda vez, o que puede ser creado infinitamente dentro de nosotros.
Las ficciones son también el otro nombre de los deseos. Goethe dice que, cuanto más temprano expresemos un deseo en la vida, tanta más posibilidad habrá de que lo alcancemos. Cuanto más allá situemos nuestros sueños, tanto más lejos nos llevará la experiencia. Escribir ficciones es buscar lo que no somos en lo que ya somos, es aceptar, en aquel que somos, todos los otros que no podemos ser.
Cada vez que las sociedades están a punto de cambiar de piel, los primeros síntomas de ese cambio aparecen en las novelas. La imaginación vuela siempre más rápido que la realidad. En las novelas “del camino” que escribió Jack Kerouac a fines de los años 50 o en la Rayuela que Cortázar terminó en 1962 están ya prefiguradas la rebeldía, la avidez mística y el heroísmo anárquico de las dos décadas que siguieron. Más tarde, en la soledad escéptica de los personajes que aparecen en las novelas de Paul Auster, de Italo Calvino o de Osvaldo Soriano sobre todo en las que escribieron durante los años 80 se obtendrá un retrato agudo de la desorientación del individuo en este final de siglo dominado por la hegemonía del lucro, del libre mercado y del sálvese quien pueda. En la novela es posible descubrir los modelos de realidad que se avecinan y que aún no han sido formulados de manera conciente.
No sería posible ver lo que se viene como lo vio Roberto Arlt en Los siete locos: no el futuro en forma de profecía sino más bien de diagnóstico si el novelista, ante la hoja en blanco o la pantalla de la computadora vacía, no se repitiera una vez y otra: “Lo que escribo es lo que soy. Si no soy fiel a mí mismo no puedo ser fiel a nada”. Sólo de esa fidelidad nace la verdad de las novelas, que es más profunda y más intensa que las verdades de la realidad.
Una de las secretas fuerzas de las ficciones es su capacidad para fortalecerse en la adversidad, para soslayar las censuras y las mordazas, para seguir siendo incorruptibles e insumisas cuando a su alrededor todos callan, se someten y se corrompen. Las novelas son la secreta respiración de los países: basta con oírlas para saber lo que pasa.
En Caracas, donde viví exiliado durante ocho años, me preguntaba todas las mañanas qué permite a un hombre ser más libre que los demás. Aprendí entonces que la llave de toda libertad es la imaginación. Aprendí que el primer mandamiento de un escritor y de un lector es no tenerle miedo a la imaginación. Si mi imaginación es libre, me dije, no habrá nada que me impida escribir o hacer lo que siento. La libertad no teme a los rechazos, ni a los silencios, ni a las negaciones. Entregar el ser por completo en cada libro, arriesgar a cada instante todo lo que uno tiene y todo lo que uno es la felicidad, la tranquilidad, la respetabilidad : ése es el auténtico juego de la libertad que debe jugar el novelista. Ese es un juego en el que nunca hay derrotas.
Me encantó. Este hombre es una fuente de aprendizaje permanente.
es como si por primera vez me abrieran una ventana para que pudiera ver lo que hay afuera,y pudiera entender porqué la obsesión por la lectura ficcional, los que estamos del otro lado del libro tambien nops nutrimos de esa libertad.