La editorial Temas de hoy acaba de publicar Generación ¡Bang!, un libro que reúne 11 crónicas sobre la violencia y el narco mexicano. El cronista chileno Juan Pablo Meneses estuvo a cargo de la antología y aquí compartimos una de las crónicas que forma parte del libro: Juegan a ser sicarios, de Daniela Rea. Lea el texto introductorio de Meneses.

Brenda tiene 12 años y le gusta cantar corridos al mando de su camioneta Pontiac último modelo. Brenda baja la ventanilla, y sin frenar, saca su pequeña mano que sostiene una pistola .9 mm, y dispara al otro lado de la calle.

Brenda acaricia su 9 mm. Le ha dejado recuerdos en su cuerpo: un moretón en el labio superior, y varias heridas en los brazos. Y es que a su corta edad, dice, las balas de goma le hieren, pero son indispensables para jugar.

Desde hace un mes y medio, aproximadamente, es cotidiano que los niños de esta región michoacana jueguen a “los sicarios” en la vía pública, y cierren calles con las camionetas prestadas por sus papás, para hacer batallas campales.

“Se nos hace divertido, nos sentimos muy acá”, explica Brenda mientras maneja su camioneta rumbo a Hacienda de Palmiras, donde será el siguiente encuentro con los vecinos del Infonavit Limón.

La acompañan cinco amigos más, dos mujeres y tres hombres, y una vaca de peluche que descansa en el tablero del auto. Todos están vestidos con pantalón de mezclilla y playeras de tonos pastel: ellas, con sandalias de flores y maquillaje en el rostro; ellos, con tenis que les quedan grandes y lentes para el sol, aunque sean las 19:00 horas. Ninguno pasa de los 14 años de edad.

Tierra Caliente

En el 2006, en Michoacán ejecutaron a alrededor de 500 personas, la mitad del total nacional, según datos de la PGR. En la región conocida como “Tierra Caliente”, cinco militares fueron emboscados y ejecutados por presuntos narcotraficantes, en mayo pasado.

En Apatzingán, elementos del Ejército y presuntos narcotraficantes sostuvieron el 7 de mayo pasado un enfrentamiento con armas de alto poder (AK-47 y granadas) en la Colonia Ruiz Cortínez, que dejó tres soldados heridos y cuatro sicarios muertos.

Esa fecha quedó grabada en la mente de los apatzingueños, a pesar de que la violencia se pasea a diario por el lugar.

“Ese día de los bazucazos, nos sorprendió a todos tanta fuerza, tantísimo coraje de las dos partes. Después de eso, la gente se puso bien violenta”, cuenta la mamá de Brenda.

“En cuanto supimos de los bombazos, hablamos con los niños para decirles que no los dejaríamos salir del salón, porque no está bien que se acostumbren a la violencia, pero de nada sirvió”, dice Beatriz Hernández, directora del Colegio Valladolid.

A partir de ese día, los niños comenzaron el juego de las pistolitas.

Sangre fría

Comienza a oscurecer. La camioneta donde viajan Brenda y sus compañeros bloquea una esquina de la avenida principal de la Colonia Hacienda de Palmira.

Antes de que la señora de la tienda cierre su negocio, los niños se bajan con armas AK-47 y R-15, de juguete, que compraron por 60 pesos en una boutique de ropa ubicada frente al Palacio Municipal, y a un costado de la Catedral.

En el extremo contrario de la calle, otra camioneta los espera. Los niños cortan cartucho. El primer disparo al aire desata los demás. Las balas de plástico de colores rebotan contra sus cuerpos, los carros estacionados y las paredes de las casas.

Hace una semana, una de esas balas de juguete le dio a una vecina en el seno derecho. Recostada en su cama, enseña las radiografías y los antiinflamatorios que le recomendó el doctor. Afuera, las balas siguen rebotando.

José Adrián, de 10 años, ya no quiere jugar. Tiró su escopeta de plástico y se subió a la camioneta mientras sus amigos siguen el combate en la calle.

“Rodrigo me acaba de decir que siendo narco podría ganar 7 mil pesos a la semana. Pero me dijo que para eso tenía que tener sangre azul, porque no me importarán las personas, y él me dijo que si yo llegaría a matar, y me quedé pensando, y le dije sí, y me dijo: ‘tú no sirves para eso, porque lo pensaste mucho'”, dice.

Problemas de fondo

“Las pistolas son sólo un reflejo de algo mucho más de fondo. En la ciudad, la gente joven maneja la violencia tan cotidianamente, y con tanta ligereza, que los chicos no encuentran ninguna diferencia entre lo correcto y no”, externa Beatriz Hernández, directora del Colegio Valladolid, donde estudia Brenda.

Ella misma ha “decomisado” más de 50 pistolas a sus alumnos.

“Las pistolas tienen dos lados. El lúdico, que aún tienen los jóvenes de secundaria, pues todos alguna vez hemos jugado a eso, y el del daño, el de lastimarnos y agredirnos sin menor atención, el de no saber distinguir los límites del juego con la realidad violenta de esta ciudad, el de no saber diferenciar entre el bien y el mal”, afirma.

No es la única autoridad que reconoce el problema.

La Policía municipal de Apatzingán no sólo ha “decomisado” armas de juguete, sino que ha llamado la atención de niños por dispararle a la gente en la calle.

“Detuvimos a cuatro niños, no mayores de 14 años, que le tiraron con la pistola a un homosexual en la calle, y les quitamos las pistolas, pero de nada sirve, porque se compran más”, dice un policía que pidió omitir su nombre.

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*Daniela Rea nació en un pueblo cristero del centro de México, del que huyó en cuanto pudo espantada por las monjas que la amarraban al mesabanco escolar. Llegó a Veracruz atraída por los barcos mercantes y los viejitos que jugaban dominó en el malecón. Ahí comenzó sus actividades periodísticas en un diario que le permitía escribir de pescadores, vagabundos, obreros portuarios e historias de amor en el penal. Al concluir los estudios universitarios se mudó a la Ciudad de México porque quería ser detective privado, como Héctor Belascoarán Shayne, pero se desanimó cuando supo que sólo los contratan para descubrir infidelidades. Así que terminó como reportera en el Periódico Reforma, donde escribe desde hace 6 años sobre derechos humanos y conflictos sociales. Es miembro de la Red de Periodistas de a Pie, ha publicado en revistas como Replicante, Etiqueta Negra, en el portal de Cosecha Roja y sus textos aparecen en los libros País de Muertos (Debate), 72 Migrantes (Almadía) y Nuestra Aparente Rendición (Random House Mondadori). En su horizonte siempre estará volver al mar.

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