El martes se realizó en la Fundación TEM el tercer encuentro del ciclo “¿Cómo se cocinan las investigaciones periodísticas?”, organizado por FOPEA y la Fundación. En este caso, Sebastián Hacher, Nacho Girón, Julián D´Angiolillo y Marcelo Larraquy posaron la lupa sobre un territorio en particular: la feria de La Salada.  Aquí están los mejores momentos.

Larraquy, Girón, D´Angiolillo y Hacher

Marcelo Larraquy: Sebastián, ¿cómo fue tu acercamiento a la Salada y cuál fue el momento en que decidiste hacer el libro?

Sebastián Hacher: Empecé a ir a la Salada en 2007, pero mi búsqueda comenzó desde el 2000, cuando estaba trabajando, por un lado, sobre las comunidades indígenas en Latinoamérica y, por el otro, la corrupción policial y el gatillo fácil. En todos lados a los que iba a investigar me hablaban de la Salada. Todos los temas que me interesaban estaban reunidos ahí: un conurbano pujante, las comunidades andinas y la corrupción policial. En ese momento todo ese universo no estaba del todo mostrado en los medios.

ML: ¿Cómo se te dispara la idea del libro?

SH: Fue todo un aprendizaje, porque muchas veces íba y estaba cerrada. Empezamos a hacer fotos y cuando terminamos la producción nos dimos cuenta que no teníamos mucho, que algo estaba faltando. Ofrecí una nota al diario, me la aceptaron, y cuando me hicieron la devolución, me di cuenta que me estaban pidiendo un libro. Y obviamente la nota nunca la entregué.

ML: Ahora le preguntamos a Nacho y después nos metemos en el orden de lo audiovisual. ¿Cómo fue tu primer acercamiento y cómo se dispara la idea del libro?

Nacho Girón: Mi acercamiento fue en 2007 y 2008 para hacer notas en gráfica y en televisión. Lo que encontré fue básicamente una síntesis de pujanza y marginalidad. Esa sensación de que pongas donde pongas la cámara o el ojo, había algo para contar. Me chocó la pluralidad de historias que había: Cada feriante es un libro en si mismo. Ahora la feria se abre de día, pero antes cuando abría solo de noche, ir a las 3 de la mañana y encontrar que había 100 mil personas como si fuese un gran pogo, era muy raro para mí. Empezó todo como una nota y después se me ocurrió el formato libro, que tampoco alcanza para contarlo todo.

ML: Julian, ¿cómo te diste cuenta que ahí había un documental para presentar?

Julian D´Angiolillo: Fue un proceso largo. En un principio no había intenciones de hacer una película sobre la Salada. Me parecía pretencioso pensar eso. Fuimos para preparar un trabajo en grupo para una exposición. En muchas de las visitas que hicimos, que se prolongaron durante un año, logramos tener una mirada sobre el territorio, como en el caso de ellos dos. Los datos no alcanzaban, y la idea fue hacer una cartografía del lugar. En un momento, fascinado por la cantidad de historias, situaciones superpuestas y la acumulación de videos, pensé que podría hacer una película. La vi. Fue un procedimiento de guerrilla, porque éramos tres o cuatro personas en el territorio.

ML: ¿Cuáles fueron los obstáculos para indagar y contar la trama de ilegalidad que hay en la feria?

NG: Una de las grandes complicaciones que tuve fue la multiplicidad de historias sobre una misma historia. Quería tratar de obtener la información lo más cercana posible a la verdad sobre tal fenómeno de la feria y me encontraba con que cada uno modelaba la verdad del modo que le convenía, lo que a la hora de hacer un libro periodístico sobre el tema es un conflicto. Fui pensando que La Salada era un monstruo y me encontré con la legalidad e ilegalidad mezclándose de manera extraña. El desafío fue entender a la feria como un fenómeno complejo donde se entrecruzan muchas cosas.

ML: ¿Cómo fue el acercamiento con las fuentes? Muchas de las personas con sus testimonios no salen bien paradas en el libro.

NG: No hay una fórmula. Uno hace un pacto con la fuente y le dice lo que va a publicar, pero después se sorprenden mucho cuando lo ven en el libro. Esto le pasa a muchos de los periodistas que escriben investigaciones. Uno va durante un año, un año y medio al mismo lugar y terminás comiendo con alguna de tus fuentes. Con algunos de ellos generás un vínculo fuerte. Tal vez uno come con esa persona y después lo denuncia. A otros no les encontrás nada y no lo hacés. Es un poco este juego de acercarse y volver. A mi particularmente me pasó de volver constantemente a la feria y que haya buena onda, pero también que me griten traidor. La Salada es muy polémica pero me di cuenta en la investigaciones que los peces gordos malos son muchos menos que los trabajadores incansables.

SH: Trabajé con entrevistas muy largas. Hay un personaje en Sangre Salada que se llama Eva a la que entrevisté 15 o 20 veces. Y hay tres personas con las que me hice amigo. Con ella, por ejemplo, me hice muy amigo. Eva es una luchadora social, muy trabajadora, pero aprovechó la muerte de su hijo para hacer un estacionamiento en la feria. Hizo un negocio con la muerte del hijo. Ella nunca me lo contó con estas palabras, pero de su relato se desprendía claramente. Al exponer su ambición en el libro, cuando lo leyó me quería matar. “Hablas mal de mí, yo te ayudé”, me decía. Todos tenemos un lado oscuro. Hablo mal de ella pero también hablo mal de mí. Sangre Salada está construido sobre una primera persona que es torpe, inocente, que no sabe y que le mienten en la cara. Ella lo supo entender.

Ml: Es interesante en Hacerme feriante el trabajo de las locaciones y los lugares en donde se confecciona la ropa y se queman los cds. ¿Quién te habilita para llegar ahí?

JA: Fue distinto en cada caso. Cronológicamente fue al final del rodaje que pudimos llegar a esos lugares porque eran los que más costaba acceder. Toda la primera etapa de grabación fue captar la feria, pero yo no estaba demasiado satisfecho. Me parecía que nos faltaba algo importante y el trabajo derivo hacia los talleres porque es una realidad muy pasmosa y contundente.

ML: Sebastián, ¿seguís yendo a La Salada o creés que el tema está terminado?

SH: Siempre que trabajo un tema trato de hacerlo de manera estructural. El libro no intenta contar toda la feria ni tampoco es un libro de denuncia. Yo lo que trato de contar es una trama. Es un método de trabajo que uso hace mucho tiempo: tratar de hablar sobre un tema, trabajarlo mucho tiempo y después llegar a ese punto en donde me aburro. Son temas que uno sigue volviendo cada tanto, pero siento que no es central en mi vida.

ML: ¿Cómo era la agenda del día? ¿Hacías entrevistas, ibas a mirar?

SH: Mi método de trabajo es estar ahí hasta que suceda algo maravilloso. Permanecer en el territorio muchas horas y durante noches enteras. A veces iba al pedo y otras veces pasaban cosas buenísimas.

ML: ¿Podrían dar dos o tres ideas sobre cómo se abordan estos tipos de temas?

SH: Hay que tener un mapa del territorio. Y cuando digo mapa no hablo de google maps, sino de un mapa conceptual. En mi caso, yo no sabía nada sobre el uso del dinero en los sectores populares, ni había leído a Javier Auyero. Cuando abarqué esos temas, el territorio me habló de otra forma, supe leer lo que me decía. Nosotros cuando hacemos este tipo de periodismo y hablamos de poner los pies en el barro está bien, pero ir sin ideas al territorio no sirve. Es fundamental un mapa conceptual. Después mucho de animarse, permanecer y entrenar la mirada. No alcanza solo con el relato de vida, sino que hay que ir afinando la mirada para tratar de hacer simple lo complejo.

NG: Mires donde mires hay algo que puede llegar a colapsar el libro. En mi caso también hable con sociólogos, antropólogos y gente del ámbito cultural que quizás después no aparecen en el texto, pero te ayudan a afinar la mirada sobre un lugar como es la Salada, donde hay tanto para ver y te podés perder. El primer índice que tuve del tema eran 25 páginas de Word. Después fui recortando hasta llegar al resultado final.

ML: Julián, ¿cuándo vas descubriendo el hilo de la narración?

JA: Como el proceso fue tan largo, el primer guión estaba estructurado en base a un día completo en la feria. Lo que me interesó contar fue el recorrido de la mercadería, su paso del taller a los puestos y cómo se va enhebrando una ingeniería social y geográfica, porque no sólo es una red que trabaja en un lugar, sino que viene de otros barrios y todo confluye en la feria, a medianoche.

ML: ¿Cómo fue el proceso de la escritura y cuánto duró terminar el libro?

SH: Pasé en limpio todo los apuntes y desgrabé todas las entrevista hasta separlas en escenas. Después armé un storyboard larguísimo y fui comprimiendo todo el material para que sea manejable y cuente una historia. A su vez, también escribía y leía mucho narrativa.

ML: ¿Por qué narrativa?

SH: Porque se te pega el tono. Las novelas te ayudan a adquirir un ritmo. Infancia, de Coetzee; La virgen cabeza, de Cabezón Cámara, son libros que me ayudaron a escribir en ese momento. Igual La virgen cabeza la tuve que dejar porque se me pegaba el ritmo.

ML: ¿Y en sus casos?

NG: En el mío fue un caos. Hice 120 entrevistas que desgrabé con ayuda y terminé buscando más fuentes y documentos porque siempre me faltaba algún datito para completar una información. Una vez que cerré el índice, me senté a escribir. Me acuerdo de los primeros meses que pensaba “cómo transformo esta investigación en una historia, en un texto de no ficción y que no sea tanto dato duro propio de una investigación”. En su momento tenía pocas horas para trabajar sobre el libro y me llevó más de un año terminarlo. Además tenía la presión de la editorial que llamaba todo el tiempo para pedirme el manuscrito. Hice 17 capítulos finales y los últimos 5 capítulos que tenía en mente los terminé cerrando en 2.

JA: A mí me quedó bastante material afuera. Me interesaba la idea de repetición en el documental. Que se viera reflejado la idea del trabajo, las largas horas de jornadas laborales y trasmitir esa sensación desde la pantalla.

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