El autor de Santa Evita fue recordado por Juan Cruz y Sergio Ramírez

 

GUADALAJARA.- “El mejor homenaje que se le puede hacer a un escritor es seguir leyéndolo.” Con estas palabras, el escritor y periodista español Juan Cruz Ruiz comenzó el domingo por la noche el acto, en la Feria Internacional de Libro, para recordar a Tomás Eloy Martínez.

Fue un encuentro marcado por el tono íntimo característico de una reunión entre amigos en armonioso contraste con la gran cantidad de público que acudió al auditorio Juan Rulfo a escuchar a Juan Cruz, al escritor nicaragüense Sergio Martínez y al periodista Ezequiel Martínez, hijo del autor de La mano del amo . También estaba prevista la participación de otro célebre escritor, Carlos Fuentes, que debió cancelar su viaje a Guadalajara por problemas de salud de su esposa.

Cruz recordó de Tomás Eloy: “Mantuvo hasta el final el aliento insólito del entusiasmo, que le permitió contar la vida con una pericia extraordinaria. Había en él una rabia de periodista viva hasta el último momento. Era un amigo leal y por eso fue un buen periodista. Con sus novelas sobre Perón y Evita, edificó una metáfora extraordinaria no sólo de la Argentina, sino del poder”.

Ramírez lo calificó de “periodista que desafió a la historia y la venció. Perón y Eva Duarte fueron modificados después de que pasaron por las manos de su novelista. Con La novela de Perón ySanta Evita se ha producido un trasiego feliz de la mentira real a la verdad mentirosa. ¡Qué desvarío sería llamar a estas novelas novelas históricas! La historia inventada es ahora la historia verdadera y la verdadera ha dejado de serlo. En Tomás, el periodista proporcionaba al novelista técnicas y estructuras de narración: escribía sus novelas con la técnica del reportaje para crear una realidad paralela más creíble que la realidad. Nunca dejó de escribir ni se dejó amedrentar por la muerte. Conquistó a la muerte con sus palabras, que es lo que se llama trascender”.

Ezequiel Martínez recordó que su padre sentía especial afecto por Guadalajara, a cuya universidad acudía para dar clase en la cátedra Julio Cortázar, y agradeció a Cruz y Ramírez. “Dos amigos muy grandes de mi padre que estuvieron muy cerca en los momentos finales. Esa cercanía nos fortaleció mucho a mí y a mis hermanos. Somos siete los hijos de Tomás.”

Evocó los últimos tiempos al lado de su padre. “Yo colaboraba en sus investigaciones y, cuando ya no podía viajar solo, lo acompañaba. Creo que él ya me preparaba para lo que iba a venir. Quería que, después de su muerte, se creara una fundación que llevara su nombre para ayudar a jóvenes escritores, porque creía que había mucho talento en América latina y que no siempre tienen la posibilidad de publicar una novela.”

Las palabras de Ezequiel abrieron un espacio para el recuerdo más íntimo. “A mí siempre me ha gustado escuchar a las personas contar sus historias -intervino Cruz-, y si esas personas son un poco mayores que yo y son periodistas, mucho más. Tu padre era un extraordinario contador de historias. Lo visité varias veces. Tomás Eloy preparaba las visitas que recibía como un inglés y a medida que avanzaba su enfermedad las visitas las hacíamos cada vez más temprano: primero eran visitas de whisky; luego, de gin-tonic y la última, de té. Eran encuentros en que corrían anécdotas propias y ajenas, como la de Borges y Macedonio. Decía Tomás que ambos escritores hablaban de Lugones y parece que Borges le dijo a Macedonio: «¡Qué raro Lugones, con todo lo que sabe! ¿Por qué no escribirá libros?”.

Ezequiel Martínez contó que la fundación que lleva el nombre de su padre funcionará en la biblioteca Miguel Cané, donde se preserva el espacio en que trabajó Borges. Ya se encuentran los volúmenes de su biblioteca personal, que podrán ser consultados por el público. “En un mismo espacio, van a convivir Borges y mi papá. Podemos esperar cosas buenas de ese lugar.”.

Por: Verónica Chiaravalli

Medio: La Nación

Fecha: 30 de noviembre de 2010

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