El viernes 17 de octubre por la noche, se realizó en Fundación TEM el segundo encuentro del ciclo de poesía coordinado por Miguel Gaya, “Voces de una generación”. Esta vez, los invitados fueron Javier Cófreces y Alberto Muñoz, una dupla – o una simbiosis- poética, anclada en una larga amistad y en un productivo entendimiento artístico. Y es que para Muñoz, el dos es constitutivo de la poesía; nunca se escribe de a uno. La poesía siempre es dialógica. Múñoz y Cófreces parecen ser la consumación perfecta del concepto bajtiniano.

 

Entre ambos hilvanaron las claves de la escritura a cuatro manos:

–        La reunión de dos sujetos bien distintos. La reunión, entonces, entendida como un puente que une lo que en un principio debería estar separado por naturaleza.

–        El despojamiento: que cada uno ceda su quién es poético.

–        La confianza: necesaria para poder ceder, y generar una voz poética otra que sea superadora de las dos voces individuales.

Y esto no es una receta con instrucciones previas para preparar algo. Se trata del proceso inverso: haber podido sacar una matriz a partir de una práctica espontánea, con forma poética, pero sin formalidad. Primero, entonces, el asombro. Después, el realtivo orden.

Y así les sucedió también al momento de escribir Canción vegetal. Ambos amantes del Tigre, tanto mirar el río les inspiró una aventura (porque la aventura es siempre inspiración e impulso): cruzar el Paraná en canoa (porque la aventura también es precaria, como la inspiración). Sin pensarlo demasiado (condición fundamental de la aventura), se hicieron al río, arriba del precario bote. En un día de tormenta, claro. El viento furioso los dejó, ya anocheciendo, a la vera de una isla, de la cual solo podían percibir su textura, sus sonidos y su oscuridad. Pasaron la noche muertos de frío. Escucharon voces. Escucharon conversaciones.  Se confesaron mutuamente que escuchaban cosas. Al día siguiente, con la claridad del día volvió la razón: eran las voces de los árboles. Canción vegetal es lo que cada árbol dijo y cantó con sus ramas esa noche. Y es lo que nos cantaron ellos a nosotros en esta velada poética.

 

 

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