Entrevista al presidente de Fundación Tomás Eloy Martínez, Ezequiel Martínez

Medio: El Deber (Bolivia)

Fecha: 14 de enero de 2017

Cronista: Roberto Navia

La entrevista se puede leer acá y se reproduce abajo.

Ezequiel Martínez, cuando empezó en las primeras faenas del periodismo, evitó decir que era el hijo de un grande de las letras latinoamericanas. Fue mucho después, cuando ya se consolidó en un diario de corte internacional con sede en Buenos Aires, que recién dijo que su padre era Tomás Eloy Martínez, el periodista que dio la primera noticia de que Gabriel García Márquez tenía bajo el brazo Cien años de soledad y el autor de novelas emblemáticas como Santa Evita y La novela de Perón. 
Ezequiel ahora está en Oaxaca, México, como parte de la comitiva del taller de Libros Periodísticos con Martín Caparrós, que fue organizado por la FNPI en alianza con la Feria del Libro de Oaxaca y la Fundación Tomás Eloy Martínez, del que Ezequiel es su presidente. En los intervalos habla sobre los recuerdos con su padre, de periodismo, literatura.
_ ¿Consideras que eres el legado vivo de tu padre?
Trato de mantener su legado y la memoria de la fundación que lleva su nombre. Ahí está reunido todo lo que él hizo, no solo en periodismo, sino también en su narrativa, las investigaciones para su novela. Todo lo que se pudo recuperar, porque él tuvo varias mudanzas por el exilio y toda esa documentación está reunida junto con su biblioteca, sus películas, a disposición del público, de los investigadores, de los estudiantes.
Yo soy presidente de la Fundación Tomás Eloy Martínez, porque él me lo pidió antes de morir, me dijo que no quería que se dispersara su biblioteca. Le dolía mucho la pérdida de los libros que había leído en los exilios y mudanzas. Le costó reunir de nuevo su biblioteca en un solo lugar y no quería que eso se perdiera. En la fundación deben tener entre 12.000 y 15.000 libros.
_ ¿Tú eres periodista, ¿también escribes ficción?
No tengo libros escritos. Con un buen escritor en la familia, suficiente. Yo me metí en periodismo porque lo que me gustaba era escribir. Obviamente me di cuenta, pronto, que no tenía talento para la ficción, para imaginar historias, para crear personajes y mundos. Pero dije que mi vocación por la escritura puede ir por el lado del periodismo.

Tuve la suerte de hacer periodismo cultural, desde chico me gustó siempre leer. Pude entrevistar a escritores que admiraba. Empecé escribiendo ficción, trataba de imitar a los que me gustaban, mal, torpemente. Hay gente que tiene un talento especial para la ficción, y otra que no. Entonces esas ganas de escribir a mí me vienen por el periodismo.
_ ¿Cómo era tu papá cuando se ponía a escribir?
Se dispersaba con mucha facilidad, necesitaba organizarse y plantearse un plan de trabajo muy estricto. Se encerraba en su escritorio, necesitaba aislarse, no ser interrumpido ni por llamadas telefónicas. Le costaba mucho el arranque en sus novelas de ficción. Una vez encontraba el tono, como él decía, ahí le salía derechito. No era que sufría tampoco, le daba mucho placer. Era escritor y periodista, a ambas cosas le ponía las mismas ganas.
 

_ ¿Qué papel jugó don Tomás en el boom? 
Estuvo cerca desde el otro lado, dando a conocer esa literatura. Estuvo un poco en la gestación. Conoció a Vargas Llosa, a Carlos Fuentes, a Julio Cortázar, a Gabriel García Márquez.
 

_ ¿Tuvo que ver con el descubrimiento de García Márquez y de Cien años de soledad? 
El relato viene a partir de un libro que saca Luis Harss, que fue armando un libro con una serie de entrevistas a escritores que sonaban muy fuerte. Luis le dijo a Paco Porrúa, de editorial Sudamericana, de la existencia de un colombiano interesante, refiriéndose a García Márquez. Paco le escribe, diciendo que está interesado en su obra, y Gabo le contesta que está trabajando en una novela, Cien años de soledad, en la que tiene muchas expectativas, que se la va a mandar para que la vea y considere para publicarla.

En ese momento era importantísimo para cualquier escritor publicar en Sudamericana. Gabo le mandó el original de Cien años de soledad en dos partes, porque no le alcanzaba el dinero y Paco Porrúa quedó deslumbrado con la novela. Lo llamó a mi papá, que era el director de Primera Plana, un semanario muy importante de la época, para decirle que a este escritor, García Márquez, había que traerlo, y que la iba a publicar esa novela. García Márquez nunca más volvió a Buenos Aires. Lo habían invitado muchas veces y no quiso ir porque era muy supersticioso, decía que ahí todo empezó, ahí iba a terminar.
_ ¿Ser el hijo de Tomás Eloy Martínez significó un peso en tu vida pública? 
No, al principio, cuando empecé en periodismo, dije que no iba a decir de quién soy hijo, para ver si realmente sirvo para esto, pero por mis propios medios. Estudié Periodismo por mi cuenta, me presenté a una beca que había en Clarín para estudiar Periodismo, donde me ofrecían una pasantía de seis meses. Hice una prueba de entre 500 personas, quedamos 10. Y cuando terminé esa beca, al año siguiente me llamaron para trabajar en el diario y a partir de ahí recién empecé a contar de quién era hijo. 
Cuando logré entrevistar a García Márquez, ahí me ayudó mi papá. Fue el gancho para ese objetivo y Gabo me recibió tres días completos en Cartagena, Colombia. Eso fue en 1994. Primero le mandé un fax, siguiendo las instrucciones que me decía mi papá. Después por teléfono, y García Márquez me preguntó cuándo quería realizarle la entrevista. Cuando usted me diga, yo estoy a disposición, le respondí. Me dijo que la cita era para el 8 de junio. Le dije que por supuesto y que además ese día es mi cumpleaños. “Acá le vamos a celebrar”, respondió. 
 

_ ¿Cómo fue compartir tres días con Gabriel García Márquez? 
Primero fui a Aracataca para ver lo que era Macondo. Después, cuando llegué al hotel en Cartagena, un día antes de la cita, lo llamé a Gabo para saludarlo y después él pasó a buscarme, llegó con escolta. 
Después de almorzar nos llevó a pasear por la ciudad vieja de Cartagena. La gente se le tiraba encima, le cantaba vallenatos, le pedía plata, libros. Después me mostró la casa que se estaba construyendo, frente al convento. El fotógrafo se fue a buscar la cámara al hotel y se perdió todo ese paseo por la calle. 
 

_ ¿Fue la única vez que lo entrevistaste? 
Al año siguiente, cuando pasé por México, le pedí de nuevo una entrevista, pero él me dijo que no le daba dos entrevistas a un mismo periodista, pero que vaya a su casa como amigo a tomar el té.  Igual terminé haciéndole una nota.
_ ¿Tomás Eloy Martínez era más amigo de Gabriel García Márquez o de Mario Vargas llosa?
Con Vargas Llosa tenía una relación más intelectual que amistad, no eran tan amigos. Pero sí lo era de García Márquez y de Carlos Fuentes, ahí sí había amistad
_ ¿Se puede decir que tu padre era parte del boom latinoamericano? 
No. Su primera novela, Sagrado, la escribió recién el 69, que eran los años del boom, pero decía que era una obra experimental. Decía que le salió muy mal, era autocrítico. Nunca la quiso revisar. La primera ficción que escribió fue La novela de Perón, el 85
_ ¿Qué le gustaba leer a Tomás Eloy Martínez? 
De todo. Le gustaban mucho, cuando era joven, las obras de Julio Verne, Dumas, La Divina Comedia. También me acuerdo que le gustaba la novela negra y policial. La última etapa de su vida volvió a las películas de su época de crítico de cine y a las novelas que había leído ese tiempo. 
_ ¿Cuál es el libro de tu papá que más te gusta ?
Yo lo acompañé en un viaje que hizo a Boston y él llevaba el manuscrito de Purgatorio. Me pidió que revisemos juntos el manuscrito. En la primera página encontré algo que no cerraba. Yo, que no me animaba a decirle nada. Yo pensaba que estaba equivocado.

La escena consistía que una mujer entra a un bar y encuentra sentado a su marido que desapareció en la dictadura 30 años atrás. El hombre, igual al día que desapareció, el tiempo no había pasado para él. La mujer se fue al baño del bar para refrescarse y después volvió. El marido seguía ahí.
Tímidamente le dije a mi papá que si yo encuentro a la persona que perdí no me muevo de ese lugar, porque si voy al baño por ahí ya no sigue sentado cuando regrese. Me dijo que eso había que sacarlo. Me di libertad de decirle otras cosas. Trabajar con él en esas dos semanas hizo que le tenga cariño a esa obra 

 

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