El lunes pasado, la sede de la Fundacion Tomás Eloy Martínez fue sede de la conferencia pública a cargo del periodista puertorriqueño Héctor Feliciano, que estuvo coordinada por Miguel Wiñazki, jefe de capacitación periodística del diario Clarín. A diferencia de las charlas que ofrecieron el mes de agosto el mexicano Juan Villoro y el español Manuel Rivas en el patio de la Fundación, la conferencia “El periodismo investigativo de temas culturales” se brindó en la sala donde se dictan habitualmente los talleres y permanece gran parte de la biblioteca de Tomás Eloy Martínez.
La actividad fue organizada por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA), y la Red Iberoamericana de Periodismo Cultural, en el marco del IV Congreso Iberoamericano de Cultura, Mar del Plata 2011. La conferencia abordó el camino de la investigación periodística, las problemáticas del periodismo cultural para imponerse en los medios de comunicación y el tema central que ocupa a El museo desaparecido: la conspiración nazi para robar las obras maestras del arte moderno.

Aquí transcribimos los momentos más importantes de la charla.


Foto: Agustín Tonet / Gentileza FOPEA
Miguel Wiñazki: En su libro El museo desaparecido se plasma una inteligencia y se evidencia una gran capacidad de trabajo. Allí, como encapsulado, se concentra una enorme cantidad de temáticas que se despliegan a partir de su lectura, no solamente el epicentro de la investigación que es el vandalismo y el robo que perpetran los nazis de las obras de arte durante la Segunda Guerra Mundial, sino toda la vehemencia de aquel tiempo: la figura de Hitler y la del nazismo. En fin, es un libro que sigue dando que hablar y que sigue siendo traducido. Hablaba recién con Héctor Feliciano sobre su obsesión, en el mejor de los sentidos, por terminarlo. Es esa cuestión que a los periodistas nos sirve de lección: Involucrarse full-life, una apuesta a todo o nada en donde la nada es una de las posibilidades.
Héctor Feliciano: ¿Por qué hay pocas investigaciones sobre cultura? Pienso que la cultura siempre se le atribuye algo de ocio, algo de falta de seriedad. Como si fuera prima de la sección viajes, que no puede sostener una investigación. La cultura siempre tiene ramificaciones sociales, financieras y deportivas. Esto ocurre porque muchas veces no se le da importancia al periodismo cultural en las sociedades. Para mí, si yo fuera a definir una investigación cultural, diría que es una buena reportería que no encuentra como acabarse. El que se encarga de eso es el editor, o el que la publica. El principio o el comienzo de cada investigación es probablemente una circunstancia que uno lee o escucha y cuya explicación no se acopla bien. Ahí, entonces, surge una brecha entre la circunstancia y la explicación que recibimos. Es esa brecha la que va a crear el principio de la investigación, que siempre es una duda. También hay que tener un elemento de pequeña paranoia que te mantenga dudando. Ese tipo de paranoia (que no es la de los paranoicos) te permite seguir dudando de diferentes guiones y posibilidades. Hasta que llega el momento en que esas posibilidades se terminan. Allí es donde se va fortificando esa línea de pensamiento que terminará en la conclusión, que debemos someterla a un abogado del diablo (y no hay mejor abogado del diablo que uno mismo). Lo más importante de la investigación es estar dudando todo el tiempo de lo que uno está haciendo. Otro elemento importante es la tensión que va a ir creando la narración. Lo que a nosotros nos importa es ir contando, ir organizando en un cierto orden las trabas que se nos presentan. Luego hay que pensar en un lector al que le queremos contar o explicar lo que pasó. Pero, al principio, no se debe pensar en él. Es al final cuando uno ya empieza a delinear una sucesión de hechos y comienza a pensar en el lector y cómo explicarle los hechos. Para ello, es necesario conocerse la historia de arriba abajo.

Héctor Feliciano y Miguel Wiñazki / Foto: Agustín Tonet

MW: Quiero introducirme en la cuestión fáctica de El museo desaparecido. ¿Cómo encontró la primera pista y cómo avanzó por ella? ¿Qué fue lo que lo iluminó para motivarse y sumergirlo en esta investigación?
HF: Estando en Francia entrevisté a una persona sobre un tema de arte que no tenía nada que ver con la investigación de mi libro. Él me preguntó si sabía que muchas de las obras robadas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial habían desaparecido. Me intrigó la idea de “desaparecer”: un Picasso se destruye, se esconde, pero no desaparece. Comencé a investigar por lo que yo llamo fuentes vivas y fuentes muertes. La fuentes vivas era la gente que había sobrevivido a la guerra, y las fuentes muertas eran los archivos. Investigué en los archivos nacionales franceses y allí encontré una serie de documentos, pero realmente logré obtener el material más importante gracias a las familias. Ellos pedían sus documentos y me los daban a mí. Otra búsqueda de información eran las entrevistas que me orientaron en el tema. La tercera forma era con archivos nacionales de otros países: en Alemania encontré cientos, ya que los nazis eran muy ordenados y tenían alma de contables. Pero fue en los archivos nacionales norteamericanos donde encontré 13 millones de hojas sin índice sobre el tema. Al final de la guerra, los nazis saquearon 100 mil piezas de arte. Otra cuestión interesante es que no destruyeron ningún tipo de documento. La única explicación que encuentro es que los alemanes nunca pensaron que iban a perder la guerra. En cuanto al robo, laa estética nazi va ir en busca de todo lo que le interesa, no sólo la pintura alemana sino también la germánica (holandesa, escandinava y flamenca). Todo lo que sea germánico va a ser considerado como la cúspide del arte mundial. Hitler se quedaba con las piezas más importantes porque quería hacer un museo muy grande, una especie de Louvre, en Linz, que es la ciudad donde él se crió. Lo que se consideraba arte moderno (Van Gogh, Gauguin, Picasso) era arte degenerado. Cuando los alemanes comienzan a robar los cuadros, se dan cuenta de que Paris es el centro del arte contemporáneo, con un gran mercado y coleccionistas. Allí comenzará una práctica habitual: el trueque. Los marchantes colaboracionistas le daban a los nazis una virgen vagamente germánica y se quedaban con esas piezas que los nazis consideraban arte degenerado. Muchos coleccionistas se van a abalanzar sobre esas obras.
MW: Da la impresión pictórica de palimpsesto su investigación. Debajo de cada historia, hay otra y otra: un cuadro infinito en sí mismo. ¿Dónde se focaliza?
HF: Lo que es interesante es que de algún modo había un esqueleto: desde que roban el cuadro hasta que se encuentra. Pero entonces se van adhiriendo todas estas historias, que le van a dar la realidad. Yo podría haber hecho un inventario como el de los nazis, pero lo que intenté fue resucitar aquella historia. Estructuré el libro como una novela policiaca, fui presentando las colecciones de algunas familias y ciertos cuadros, y esos me van a permitir varios niveles de proseguir hasta el final. Las anécdotas se van añadiendo. Había un momento que tenía que cortar, porque era interesante hacer un libro de ensayos sobre detalles. El que lo acabó, en mi caso, fue mi editor. Él me dijo “yo quiero mañana el manuscrito aquí”. Si fuera por mí, hubiese seguido escribiendo. Allí te das cuenta que hubieses necesitado 5 ó 6 vidas simultáneas para poder estar escribiendo sobre esto. Yo comencé con la investigación con la idea de que quería hacer una historia de todo el saqueo nazi en Europa, lo cual era imposible. Ahí me doy cuenta y fui reduciendo el tema, además hablo francés y Francia fue el país más saqueado.
Pregunta del público: ¿Desde que comenzó con la investigación tuvo un editor?
HF: Yo escribía para el Washington Post e intenté proponérselo a tres editores norteamericanos. Dos me respondieron que sí, pero no tuve más noticias. Como vivía en París, me fui a visitar a dos editores de allá. Al de Gallimard, una editorial muy prestigiosa, y otra muy pequeña, donde terminé editando el libro con las condiciones que yo quería. Lo importante era hacer la investigación. Era una cosa que tenía que hacer. Una locura fructífera.
Pregunta del público: ¿Hubo otros investigadores que han seguido con el tema? Tengo entendido que a las familias en Austria se las ha reconocido económicamente.
HF: Hay investigadores que trabajaron sobre la pintura. En Austria, por ejemplo, salieron dos libros. En Alemania, Hungría e Inglaterra, también. Lo que no ha habido es gente que se haya puesto a investigar sobre manuscritos y muebles, que es un tema que da para mucho. Por otro lado, el problema con Austria es que los que confiscaron durante la guerra son los mismos curadores de los museos. Es decir, son los mismos que van a las casas a confiscar. Además, muchos de los curadores son los que hacían los inventarios. Realmente la investigación periodística cultural no tiene una vasta prole. Es una pena porque yo creo que hay mucho material. En Sudamérica, que hay países de tradición indígena, habría para hacer de todo. El recorrido que hace una pieza precolombina en el mercado negro, por ejemplo, es un trabajo interesantísimo en estos países. Pero no sé porque los centros de investigación no le prestan la atención necesaria.
Al finalizar, Andrés D´Alessandro, Director Ejecutivo de FOPEA, agradeció al público y a Héctor Feliciano la visita y la charla que se brindó en el marco del IV Congreso Iberoamericano de Cultura, Mar del Plata 2011. La conferencia se realizó dentro del contexto de las distintas actividades que lleva adelante la Fundación TEM, como entrevistas públicas, talleres y la promoción del periodismo joven de Latinoamerica.

Deja una respuesta